En una exposición que hizo en el parque de los Pies Descalzos, Leidy Vanessa Giraldo encontró lo que le quitaría las palabras, y eso que ella habla seguido, porque tiene tantas historias, que no le alcanza el tiempo.
Unas señoras preguntaron que quién hacía las pinturas, porque querían que les enseñara. Y ella, a sus nueve años, dijo que sí, que era capaz de ir a un barrio a ayudar a los demás.
Todo comenzó en Manrique y con la pintura, pero ya van seis años y pasan de los cuadros a las bolas de Navidad, los manteles y hasta los faroles. Entonces interrumpe el cuento. Vanessa recuerda que un señor, con los faroles que ella le enseñó a hacer, se hizo su diciembre. Y eso es lo que la emociona, porque sabe que con eso que les enseña, algunos podrán llevar un poco de dinero a sus casas.
"No hay una dimensión para contarte que siento, necesitas vivirlo", dice la joven.
La semana anterior al sábado, día en que da la clase, si no sabe hacer lo que quiere, la abuela le enseña. La misma que le ha seguido su capricho de ayudar y que, casi siempre, ha patrocinado los algos y los materiales necesarios.
Pese a sus pocos años, Vanessa ha logrado ganarse el respeto de la comunidad y el nombre. Le dicen, con un cariño inmedible, la profe. "Creen en mí para poderles enseñar".
Desde pequeña Vanessa cogió el pincel, aunque ya lo ha dejado un poco, porque ama la labor social. Ahora tiene un sueño, "una casa muy grande y un bus que los recoja a todos".
A veces, les ha tocado pintar en la calle, en los andenes. Y no importa, lo que vale la pena es que "muchas personas se entretienen y dejan de pensar en cosas que no deberían. Somos una familia donde muchos se han formado como personas", cuenta Vanessa. Y luego sigue con las anécdotas, y las sonrisas, que no tienen fin.