Postrada en una cama y sin poderse mover, Cruz Elena Betancur ayer tenía el corazón muy golpeado, pues mientras un dolor intenso la aquejaba en sus dos piernas, a su hijo Marco Antonio Henao lo llevaban a enterrar al cementerio de Yarumal.
Ella no pudo asistir ni a la velación ni a las honras fúnebres de su muchacho, pues tenía múltiples heridas en sus extremidades inferiores, todas sufridas en el atentado que el sábado anterior dos sujetos perpetraron contra una discoteca de esta localidad del norte de Antioquia, hechos en los cuales la única víctima fatal fue su hijo, de 20 años de edad.
Cruz Elena, que también estaba en el local en el momento del atentado, fue alcanzada por las esquirlas e igual debió ser conducida al hospital casi al mismo tiempo que su hijo. Pero, paradójicamente, ella no supo que Marquitos, como todos en el pueblo le decían, había sido alcanzado por la granada.
"Yo sentí fue un resplandor fuerte y un estallido, me fui corriendo al baño con otro muchacho, cuando pasó todo salimos y nos llevaron al hospital, allá fue que me comunicaron la noticia de que mi hijo había muerto", relató mientras recordaba esos momentos duros del ataque terrorista y los bellos instantes que compartió con su hijo.
Contó, por ejemplo, que como el negocio atacado lo administra uno de sus hijos, Alfonso, mucha familia estaba allá, especialmente por tratarse de un día de Amor y Amistad.
"Él, en ese momento, estaba hablando con el padrastro Libardo Monsalve, se la llevaban muy bien, es que Marquitos era un amor de persona, con tantos años y todavía me hacía caso en todo", relató esta madre, una de las tantas que este año han visto morir a sus hijos en este municipio, últimamente azotado por la lucha entre las bandas criminales Los Paisas, Los Rastrojos y Los Urabeños, que también han extendido sus tentáculos hasta esta región antioqueña.
Víctima inocente
De Marco, muchas personas dicen que se trataba de un muchacho sencillo, con alma de campesino y que ni novia tenía, pues se la pasaba todo el tiempo encerrado en casa con su mamá o trabajando en fincas.
Su padre, Ángel Henao, que hace muchos años ya no vivía con él ni con su madre, incluso lo llamó este domingo a que se fuera a recoger café con él a una finca del Suroeste.
"A mi Marquitos le encantaba el trabajo campesino, cuando su papá lo llamó yo no fui capaz de darle la noticia, le pasé a mi hija para que se la diera y ahí mismo se vino".
Entre tanto, su hijo Alfonso, que también andaba cojeando, pues una de sus piernas fue alcanzada por las esquirlas de la granada, relataba que cuando se cometió el atentado él estaba afuera del local y alcanzó a tirarse al piso.
Dice que primero se acercó un muchacho y empezó a disparar con una pistola, "yo lo vi parado ahí disparando, me tiré y luego fue que se oyó la explosión".
Era la primera vez que atacaban su negocio, según afirmó, y contra el mismo no pesaban amenazas. Gentes del pueblo comentaron que hace unos veinte días en las afueras de este local fue asesinado un hombre, pero nadie se atrevió a conjeturar si los dos casos están relacionados.
El secretario de Gobierno de Yarumal, Pablo Ramírez, confirmó que la oportuna reacción de la Policía y el Ejército permitió la captura inmediata de los dos presuntos responsables del ataque.
"Se hizo una operación envolvente, las autoridades estamos unidas en esta lucha contra las bandas criminales, y se logró capturarlos. Aunque no se allanaron a cargos, son dos sujetos que provienen de Medellín y se les incautó una moto y dos revólveres. Hay muchas pruebas contra ellos, incluso una cámara registró el atentado", precisó el funcionario.
En medio de la tristeza por la muerte de Marquitos y el temor por una serie de panfletos amenazantes que han venido circulando en la localidad, se llevó a cabo el sepelio a las 11:00 de la mañana. La misa se celebró en la catedral de Yarumal.
Muchos en el pueblo despidieron a Marco Antonio, pero quien más lo llevaba en el corazón, su madre, tuvo que acompañarlo desde su casa aquejada de dos dolores muy fuertes: el de las heridas de sus piernas y el más duro, el del corazón por la muerte de su hijo, al que ni siquiera pudo acompañar hasta el camposanto.
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