Pese a la reaparición inexorable de algunos elementos del roscograma de la cultura y la exhibición de folclóricas mediocridades literarias muy reconocibles, la Fiesta del Libro de Medellín, que va a inaugurarse el viernes, tiene méritos que deben justipreciarse: El homenaje a Carrasquilla, a Mejía Vallejo y a Rocío Vélez de Piedrahíta; la muestra de vitalidad en alza de las editoriales universitarias y el acierto de escoger el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe como escenario apropiado para el espectáculo.
Buena parte de la atención se concentrará en la presencia anunciada del dramaturgo nigeriano Akinwande Oluwole Soyinka, es decir Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura en 1986. La programación de tertulias con numerosos aficionados a las letras y algunas notoriedades es tan variada e intensa que puede resultar empalagosa. No quedará fácil darles un vistazo a los libros expuestos en unos cien stands sin perderse reuniones interesantes, aunque, por lo que hasta ahora he visto, son escasas las novedades bibliográficas, no habrá lanzamientos históricos y es probable que abunden los libros y folletos de baratillo, porque suele decirse que feria es feria y no pocos expositores aprovechan para desenhuesarse de publicaciones que reposan, o mejor que yacen, en las bodegas.
Los rasgos de la honda crisis de la literatura antioqueña, que empezamos a advertir cuando murió Manuel Mejía Vallejo, se insinúan en esta nueva Fiesta del Libro. La gran historia literaria de nuestra región la abrió Carrasquilla al iniciarse el Siglo Veinte. Y la clausuró Manuel al concluir la centuria. Entre uno y otro hubo escritores de excelencia, que no debo nombrar por evitar omisiones incómodas. Rocío Vélez de Piedrahíta merece la distinción que va a hacérsele, como uno de esos personajes representativos. La constancia en la devoción de las letras, la sensatez como crítica, la erudición de lectora perspicaz y constante y un espíritu abierto a la indagación de historias inéditas y de profundo sentido humano enriquecen su estilo. Pero insisto en preguntar: ¿Dónde está el novelista siguiente y qué está esperando para revelarse?
A la Fiesta del Libro hay que ir. Es el acontecimiento que indica la metamorfosis y la pervivencia del libro y rompe cada año la monotonía de la pesada atmósfera cultural nuestra. Es bueno leer y comprar libros, pero no cualquier clase de libros, porque en todas las ferias hay mucha bazofia. Lo digo desde mi experiencia de lector voraz y desordenado y comprador casi compulsivo que encierra desencantos y arrepentimientos. Con el argumento de los libros, sigamos haciéndonos en esta Villa de la Candelaria la ilusión de que algún día desmentiremos los versos mordaces de León de Greiff: Vano el motivo desta prosa: nada... Cosas de todo día. Sucesos banales. Gente necia local y chata y roma.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6