Ni el desarraigo por el desplazamiento forzado provocado por las intimidaciones de guerrilla ni un voraz incendio que devoró el hogar de la familia, cuando apenas rehacían sus vidas en Medellín, lograron doblegar el espíritu de superación de Claribel Londoño.
Ella es una de las 55 mujeres recién graduadas como emprendedoras, tras culminar un proceso de formación empresarial de tres años, como parte del proyecto "Vamos del dicho al hecho", dirigido a población desplazada y vulnerables a la trata de personas.
El proyecto piloto desarrollado con mujeres de las comunas 1, 2 y 13 por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Corporación Manos de Amor y Paz, le cambió la vida a Claribel, luego de vivir muchos años de carencias materiales y el drama propio de las familias desplazadas del Oriente antioqueño.
"Tuvimos que salir de San Luis porque la guerrilla estaba intimidando a los jóvenes y sus familias para que ingresaran al grupo, la violencia era cada vez peor y por eso nos vinimos a Medellín a comenzar de cero... fue una época muy difícil", recordó Claribel luego de recibir el diploma de emprendedora en una ceremonia en la Biblioteca EPM.
También rememoró las dificultades que enfrentaron desde el primer día. La familia desplazada tuvo que irse a vivir a una invasión en la comuna 13, en el sector Altos de la Virgen: "como no teníamos dónde vivir, nosotros mismos construimos un ranchito allá y empezamos a trabajar en lo que resultara".
A pesar de todo, la familia siempre estuvo unida. La recompensa llegó en 2008, cuando Claribel se enteró del proyecto de la OIM. Tras iniciar una capacitación y con 600.000 pesos compró un carro de comidas rápidas.
Al cabo de dos años, con mucho trabajo, su negocio Ricositas se consolidó y a la fecha ya consiguió el segundo carro, con el que trabaja su esposo en el sector de La Aurora.
"Gracias a este proyecto montamos nuestro negocio propio y nos independizamos y vamos para adelante. A muchas mujeres desplazadas nos brindó una oportunidad y así evitar que muchas personas puedan caer en la delincuencia, la prostitución u otro mal camino", dice con entusiasmo esta mujer de 24 años y madre de dos niños.
La misma opinión tiene Daniela Velásquez, quien a sus 19 años de edad consiguió montar su propio negocio de fotografía digital. "Tuvimos apoyo para nuestra iniciativa productiva y hoy ese sueño es una realidad para un grupo de mujeres, muchas de ellas cabeza de familia".
Motivada por su proyecto, estudia una tecnología en administración en el Sena.
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