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Dime con qué te entretienes y te diré quién eres

  • Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
    Ángela Marulanda | Ángela Marulanda
01 de marzo de 2010
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Así como lo que comemos es decisivo para nuestra salud física, lo que vemos y vivimos también lo es para nuestra salud mental, emocional y moral, especialmente para los niños.

Como en la infancia ellos están en "proceso de construcción", su mente y su corazón son frágiles y vulnerables, y por eso se pueden deformar si están expuestos a los aspectos más dolorosos e infames de la vida, antes de que tengan la solidez de carácter para poder rechazarlos.

Hoy, gracias a que los medios audiovisuales traen cientos de realidades horribles dentro de los hogares, los niños están viendo toda suerte de hechos sangrientos, obscenos y perversos que su frágil condición infantil no está apta para presenciar sin corromperse.

Como los menores no distinguen la fantasía de la realidad, ni tampoco saben qué está bien ni qué está mal, quedan convencidos de que las monstruosidades que ven -por violentas o inmorales que sean- son "normales", y que además son divertidas, puesto que son la entretención favorita con que se divierten, hasta sus padres.

Es verdad que en el pasado también se presentaban películas y series con contenidos o escenas inicuas, pero antes siempre triunfaba el bien y los héroes eran los buenos.

Sin embargo, hoy la gran diferencia es que se glorifica el mal, y los grandes héroes son los mafiosos, los asesinos, los pandilleros: ¡los malos! Ellos son los que ganan, los que todos admiran y temen, y a quienes los hijos ahora quieren imitar.

Es evidente que la violencia enaltecida en los programas de mayores ratings no sólo está deshumanizando a los hijos, a juzgar por las cosas tan horribles que son capaces de protagonizar algunos jóvenes. Y también parecen haber insensibilizado a muchos padres, porque de otra manera es inexplicable que permitan que su familia se divierta mirando programas tan inmorales en su propia casa. Lo grave es que cuando los padres vemos entusiasmados esas novelas que glorifican la mafia y sus crímenes, estamos avalándolos y diciéndoles a los hijos que sus delitos son hazañas emocionantes y sin importancia.

Las personas somos lo que amamos, lo que soñamos, lo que valoramos, y también somos producto de lo que vemos, lo que consumimos, lo que acogemos.

No podemos permitir que nuestra familia se alimente con la podredumbre que ofrecen las novelas centradas en los "heroísmos" de la mafia, que sólo benefician a sus productores con las jugosas ganancias que obtienen, a precio de envenenar el corazón y deformar la mente de su audiencia.

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