Fresca y levemente lluviosa comenzó la gran noche el pasado martes en la que Medellín vivió el virtuosismo del considerado mejor pianista del mundo, Lang Lang.
El artista chino hipnotizó y deslumbró a todo su auditorio. Con dos conciertos para piano de Beethoven y Tchaikovsky, Lang Lang acarició las teclas con la velocidad de un colibrí y jugó con la música con la sinceridad de un niño.
Este mismo concierto de Tchaikovsky que interpretó en Chicago, le mereció al chino el cariño de la crítica estadounidense. Los medios lo llamaron "el más grande y más excitante talento del teclado descubierto en muchos años", según The Chicago Tribune.
Y aquí en Medellín los aplausos también sobraron y retumbaron, en el intermedio, en el final, de una manera tan estridente que Lang Lang no tuvo otra que salir de nuevo al escenario, y regalar un último solo, lleno de sensibilidad, imaginación y tragedia.
Pero los aplausos no solo fueron para el chino, que ama la música desde que veía Tom & Jerry. Sino también para una de las mejores presentaciones que ha tenido la Filarmónica de Medellín.
En la dirección de Augusto Posada la orquesta brilló por su preparación, color, énfasis y personalidad. Ofreció además, pequeños y grandes descubrimientos, como la bella flauta a cargo de Elizabeth Osorio, que se supo mezclar con este joven genio en la partitura de Tchaikovsky.
Porque ni Tchaikovsky, ni Beethoven, sonaron tan ellos. Fue un sonido personal, un diálogo entre Lang Lang y ellos, o entre el chino y sus arrebatos. Mientras la orquesta se esmeraba, Lang Lang daba más y más. Hasta lograr un espectáculo de exigencias que fue muy agradecido al final.
Después el showmen se tomó más fotos con sus fans, amigos y recibió otra tanda de aplausos de aquellos para los que tocó de manera arriesgada y honesta, para los que en todo momento lo escucharon atentos.
Pico y Placa Medellín
viernes
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