Miedo, sorpresa, aversión, ira, tristeza, alegría... Los diccionarios y manuales las definen como "alteraciones del ánimo intensas y pasajeras, agradables o penosas, que va acompañadas de cierta conmoción en el cuerpo", y como "reacciones subjetivas al ambiente que vienen acompañadas de cambios orgánicos".
Son las emociones, esos estados afectivos pasajeros, que además de provocar expresiones faciales, acciones y gestos, y mayor o menor distancia entre las personas, producen en quienes las experimentan efectos fisiológicos e involuntarios.
Para algunos expertos son mucho más que eso: pueden convertirse en una de las mejores armas para acercarnos a la felicidad y alejarnos del malestar, si sabemos "educarlas".
Según Pablo Berrocal, profesor de Psicología de la Universidad de Málaga y experto en Inteligencia Emocional (IE) en el ámbito de la Salud, la IE es "la capacidad que tenemos todos para percibir nuestras emociones y las de los demás, comprenderlas, expresarlas y canalizarlas en nuestro beneficio".
Reeducarse
Para la psicóloga Patricia Martínez, experta en Psicoterapia Psicoanalítica, "la mayoría de los conflictos que hacen que una persona se movilice y busque soluciones, tienen que ver con el mundo emocional y el tono anímico en sus relaciones".
Una de las emociones más nocivas es el miedo: al futuro, a la inseguridad económica, a la soledad. La otra gran aventura emocional es el amor, distorsionada por la dependencia y el miedo al rechazo y al abandono, que surgen cuando la pareja afronta situaciones complejas que atentan contra su estabilidad.
"Esos patrones pueden llegar a modificarse ejercitando la atención sostenida", señala, y agrega que "detrás de los errores existe un "si me hubiese dado cuenta". La atención sostenida, que consiste en estar despierto o en observar las cosas, nutre a la conciencia y al darse cuenta".
Cuando se la ejercita, día a día, la atención se va despertando y se sostiene cada vez más. Por ejemplo, al recibir una mala noticia, lo primero que hacemos es producir un estado de protesta, queja, victimismo o desgracia, que nos invade emocionalmente.
"No estamos atentos para saber que detrás de esas situaciones en apariencia negativas, hay cambios que nos hacen evolucionar, y oportunidades de desarrollo", explica Martínez.
Mediante la atención sostenida tomamos conciencia de lo que pasa dentro nuestro y localizamos las raíces de nuestros estados negativos, de tristeza, soledad, miedo o indefensión. A partir de allí, podemos reprogramar nuestros modelos mentales y formular en palabras aquellos estados que queremos vivir.
Al recrear nuestros programas mentales y cambiar nuestras creencias más profundas, nos convertimos en co-creadores de nuestra experiencia: elegimos lo que queremos creer, y terminamos por crearlo. La creencia se transforma en creación.
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