Cuando estaba lavando la ropa vio como las llamas entraban por las ventanas de la casa. Trató de sofocarlas con agua para que no siguieran entrando pero el humo ya empezaba a asfixiarla, al igual que a sus dos hijas. La mayor de ellas la cogió de un brazo y la sacó ayudada por un señor.
Una hora y media después, cuando los organismos de socorro tenían controlado el incendio, volvió. Parada en la plancha de una casa vecina, con las bermudas y la camisa mojada y descalza permaneció más de media hora con la mirada perdida en lo que quedó de su casa: las cenizas.
Lo que había logrado levantar en 11 años de lucha junto a su hijo las llamas lo consumieron en menos de media hora.
El voraz incendio, provocado por un corto, también dejó a otras 14 familias en la nada.
"No alcanzamos a sacar nada, porque hasta el último momento traté de que el fuego no entrara a la casa, pero el humo ya me estaba asfixiando", relató Gloria Velásquez.
Aunque el voraz incendio, provocado por un corto, se extendió rápidamente, algunas personas lograron salvar parte de sus enseres ayudados por agentes de la policía que llegaron rápidamente.
Las dejaban a salvo en casas vecinas o en el camino y regresaban por más.
En la parte alta se vivió un drama con un anciano que no quería salir de la casa porque decía que se quemaba con todo.
Un agente logró, casi que a la fuerza, sacarlo de la vivienda con el compromiso de que le salvaría su televisor, y ya cuando las llamas se pegaban a sus espaldas.
Más arriba otra señora con la biblia abierta, lo único que se le ocurrió agarrar antes de salir de la vivienda, leía un salmo junto a otras cinco personas pidiéndole a Dios que los socorriera.
Pero las llamas asomándose por los techos de zinc, seguían devorando las casas a pesar del esfuerzo y de la solidaridad de los vecinos que formando cadenas trataban de apaciguarlas con baldados de agua.
"Donde hubiera habido agua lo habríamos controlado antes de que se propagara, pero todas las casas estaban sin agua. Así es la vida", decía el mismo agente de la Policía que evacuó al anciano.
Además el sitio, una montaña del barrio el Calvario, hacía muy difícil el acceso de las mangueras de los bomberos, por lo que la emergencia tuvo que ser atendida por siete máquinas.
Aunque Camilo Zapata, director del Sistema Municipal de Prevención y Atención de desastres, Simpad, expresó que se les entregarían inicialmente unas ayudas humanitarias y les recomendó que se autoalbergaran, para muchos con la noche también llegaba la preocupación de dónde iban a dormir y a vivir en los próximos días.
"No se que irá a pasar. Era lo único que teníamos y no nos quedó nada y sin trabajo", decía Gloria Velásquez.
Cuando ya se pudo controlar el incendio, algunas de las personas afectadas, desatendiendo las ordenes de las autoridades, subieron a mirar que había quedado de sus hogares.
Las lágrimas fueron el desahogo, los abrazos el refugio para la desgracia y el consuelo fue saber que no habían perdido ningún familiar.
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