Tantas veces tuvo a un auditorio expectante y conmovido en torno a su palabra, tantas veces, en un altar, ante una cámara o frente a un computador, sintió que el pueblo se aglutinó para escucharlo, pero ayer, en su adiós de la tierra, el Padre Calixto fue silencio. Y les tocó a otros, ante el mismo pueblo, elogiar su grandeza.
Al que tantas veces explicó la palabra de Dios con sencillez, ayer le tocó la despedida de esta aldea, porque "Dios nos regaló un día al Padre Gustavo" y ahora él está tejas arriba, junto al Supremo y con la frente en alto, como la pone el que sabe que cumplió.
Así lo expresó monseñor Alberto Giraldo, arzobispo de Medellín, con frases pausadas, serenas y llenas de profundidad que marcaron el último adiós del padre Gustavo Vélez Vásquez en una Catedral Metropolitana atiborrada de gente. Gente que era su pueblo, la aldea elegida para llevarle el Evangelio, del que fue el mejor intérprete.
Por eso, sentada en el único peldaño que separa el altar de las naves, una ancianita ataviada con vestido negro y pañoleta, escuchó con imperturbable atención las palabras del Arzobispo, la homilía de despedida a quien en vida fuera "un sacerdote fiel a su misión, fiel a su responsabilidad de anunciar el Evangelio", como lo resaltó el alto prelado antioqueño.
Se veía bella la Catedral llena de gente. Se sentía espléndida por los cantos gregorianos y el tributo que la comunidad le rendía a su padre ejemplar, al que Luz Montoya, una lectora acérrima de su columna semanal en el EL COLOMBIANO, calificó de sabio, de ser "la persona más inteligente que he conocido".
En el altar estaba el cofre con los restos mortales del Padre Calixto. Al fondo, en el centro y en las naves laterales del templo, estaba su feligresía, para la que no había distingos ni señalamientos.
Estaba su pueblo, el que había leído sus explicaciones del Evangelio desde hace 31 años en este diario, el que no se perdía sus misas en Tele Vida y el que acudía cada semana a sus eucaristías en la capilla del convento de la Madre Laura, en Belencito.
En las primeras filas del escenario, sus hermanas, sus tías, sus sobrinas y sobrinos e incluso el Alcalde de Medellín y el Gobernador de Antioquia. También las amas de casa, el muchacho estudiante, el ejecutivo que interrumpió su jornada de trabajo para despedir al que partió dejando huella. Todos a los que el padre les llegó por alguno de los medios de comunicación que utilizó para cumplir su misión en la tierra: la de hacer del Evangelio una historia para todos, una guía, una luz.
Apóstol, misionero
Fue por esa lucha del Padre Calixto para difundir con claridad las Sagradas Escrituras y convertirlas en un bien al alcance de todos, que el arzobispo Giraldo eligió el pasaje bíblico en el que Jesús se topa por primera vez con sus apóstoles y los invita a seguirlo.
Entonces, cobró relevancia su papel de misionero, el que lo llevó a otros territorios para hablar de Dios. El prelado evocó al Papa Juan Pablo II, que elevó a los misioneros a santos, y asimiló ese mensaje con el trabajo cumplido por el Padre Calixto, fallecido trágicamente en la reserva ecológica de El Retiro.
Dijo que "el padre Gustavo nos dejó toda una herencia para que nosotros la pongamos en marcha".
Por eso ayer el pueblo se rindió a su mensaje, a su evocación. Y lo despidió con fervor, aplausos, con pañuelos agitados al aire y con lágrimas.
En el cofre frío iba el que entregó la vida día a día en su misión pastoral, el que se fue "a buscar las cosas que son de arriba" Tejas Arriba, a donde llegan los que fueron sabios, humildes, los que hicieron el bien...
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