Me parece inconcebible que se pretenda alcanzar la paz y al mismo tiempo se fomente desde el poder el cultivo del sectarismo y los viejos odios mediante la violencia verbal que equivale a un bombardeo arrasador contra lo que debería ser un propósito ético permanente del Estado y la nación y no una desteñida bandera partidista o un pretexto electoral negociable.
La Fundación para el Español Urgente, Fundeu, publica en su página de internet una completa información acerca del seminario sobre Lengua y Periodismo que acaba de realizarse, los días 28 y 29 de mayo, en el monasterio de San Millán de la Cogolla. Trató esta vez sobre el español del futuro en el periodismo de hoy. Gramáticos, filólogos y periodistas hablaron del impacto del idioma en las redes sociales. Para el caso colombiano y en días de contienda electoral, digamos que tales redes pueden volverse antisociales, por el fastidioso tráfico de contenidos ultrajantes. Es una experiencia muy desagradable la de encontrarse con rabiosos interlocutores conocidos o apócrifos que sólo usan la palabra para insultar y desconceptuar a los que no compartimos las preferencias que expresan sin argumentos.
La conferencia del escritor mexicano Enrique Krauze aporta la referencia precisa para esta breve reflexión. Ha dicho, al tratar sobre la ética del idioma y cómo afrontar el discurso del odio, "veneno moral de nuestro tiempo", que se finca en la mala fe o en los fanatismos: "Contamos, claro, con el recurso de la réplica instantánea en la red, pero ¿qué ocurre cuando el discurso del odio va más allá, cuando se convierte en una incitación abierta o tácita a la violencia? Sucede cada vez más, el tránsito de la violencia verbal a la violencia real. Las redes pueden convocar movilizaciones pacíficas, liberadoras; también pueden atizar hogueras".
Krauze recomienda, por ejemplo, que se abra el debate y se piense en la adopción de normas éticas y jurídicas, pero que, además, se motive a las corporaciones que proveen esos servicios informáticos para que "ellas mismas discurran soluciones inteligentes e impidan que sus creaciones se conviertan en los Frankensteins del siglo XXI".
Parecería innecesario enfatizar en las tremendas consecuencias que se han derivado de la violencia verbal en este país, que pueden propagarse de modo exponencial con la internet, y en el riesgo de involucionar hacia la barbarie. Es una temeridad pretender hacer la paz con la guerrilla y al tiempo atizar la hoguera del sectarismo y tratar a los opositores como enemigos, sin derecho a discordar de los métodos que ha adoptado el gobierno en los diálogos, nunca de los fines, que son comunes a la inmensa mayoría. El gobernante debería dar ejemplo de ecuanimidad. El discurso del odio bombardea la paz
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