Cuesta trabajo imaginar el drama de las tres mujeres que estuvieron secuestradas y fueron abusadas sexualmente durante una década en Cleveland.
Inentendible que Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight, junto con una niña de seis años, hija de la primera, no hubieran encontrado antes la forma de romper con las cadenas que las ataban y, menos, que sus vecinos no se percataran de la infamia que a su lado se cometía contra ellas.
Lógica la reacción de indignación y repudio que el caso ha suscitado y los cuestionamientos sobre las autoridades de Ohio, que pese a que en varias ocasiones recibieron información de que algo anormal pasaba en la casa de los abusadores, los hermanos Ariel, Pedro y O’neil Castro, de origen portorriqueño, no lograron irrumpir en ella y acabar con el suplicio. Alegría, por la liberación; vergüenza por lo tardía. Y justicia dura contra los responsables.
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