Hay palabras más agresivas que las mismas balas y a veces no son las más insultantes sino las que más veneno llevan. Muchas de ellas se dicen más desde la emoción que desde la razón, o por lo menos eso es lo que me hacen sentir cuando veo que se utilizan términos que lo único que buscan es denigrar y abofetear al otro en su integridad personal y humana.
Y esas sí que se usan cuando de acabar o agredir al contendor político se trata. Esa forma de dirigirse al contrincante político está haciendo carrera en el país, en todos los sectores y a todos los niveles.
Incluso cuando se habla de regiones. Recuerdo el término "medellinizar", cuando la ciudad atravesaba esos tiempos aciagos de violencia y terrorismo. En el país todo cuanto sucedía lo nombraban de esta manera despectiva, que tanto daño nos hizo.
En un Estado de Derecho, los ciudadanos estamos llamados a vigilar por la legitimidad, la legalidad, la gobernabilidad y la defensa de las instituciones.
Por supuesto, a ello también están llamados los medios de comunicación que deben hacer el control social de las actuaciones de nuestros dirigentes, quien quiera que sea. Quienes tienen la posibilidad de expresar sus puntos de vista de manera pública en los medios tanto impresos, radiales o en internet, no pueden convertir éstos en escenario de ataques al pensamiento contrario.
La discusión política debe hacerse entre los límites del respeto. No es posible construir democracia cuando al otro se le trata con términos que solo buscan ridiculizarlo y mucho menos cuando ese otro ostenta una dignidad en un Estado de Derecho como el nuestro.
¿Qué podremos esperar del ciudadano de a pie, de aquellas personas que han vivido en medio de la carencia, llenos de problemas de violencia en sus casas, sin educación y con resentimientos a flor de piel, cuando han de dirigirse a las autoridades legitimas?
Esos términos poco adecuados calan tanto que logran deslegitimar personalidades y acciones, y la misma legitimidad democrática.
Disentir es uno de los más importantes valores que tiene la democracia. Escuchar al otro en su diferencia, respetarlo y cuestionarlo cuando así se requiera, con argumentos sólidos y serios, es lo que evita la polarización de los grupos que tanto daño le han hecho a esta Colombia golpeada por la mayor expresión de intolerancia que puede experimentar una sociedad: la violencia.
La ponderación de las ideas es lo que hace que la crítica sea ese grano de arena que permite construir opinión ciudadana calificada, reflexiva y que aporta a la convivencia.
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