Entre la increíble parábola vital regresiva de Benjamin Button y el retroceso de la libertad en el mundo identifico una rara analogía. El personaje de la película que acaba de recibir trece nominaciones al Óscar nació como un anciano octogenario y fue devolviéndose día tras día hasta morir como un bebé. En lugar de envejecer rejuvenecía.
Así también el valor de la libertad ha discurrido desde la plenitud originaria del ideal hasta la precariedad real en que se debate en nuestro tiempo. Comenzó como una concepción madura, anciana, en teoría, pero en la práctica se encuentra en el estado de fragilidad e impotencia propio de la infancia.
La libertad en el mundo lleva años retrocediendo. Lo advierte el informe de Freedom House, divulgado hace una semana. Esa organización no gubernamental se fundó en Washington en 1941 para afrontar el nazismo. Trabaja por los derechos políticos y las libertades civiles. La clasificación que divulga cada año muestra la evaluación de 193 países con base en diversos parámetros, entre ellos la inseguridad y el peso de la delincuencia, los problemas económicos y la libertad de prensa.
Los mayores tropiezos los ha tenido la libertad en África Subsahariana y Rusia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Kirguizistán y Moldavia. Entre los 42 países No Libres figuran Korea del Norte, China, Turkmenistan, Uzbekistan, Libia, Sudan, Burma, Guinea Ecuatorial y Somalia. Pasaron de no ser tenidos como libres a tener una libertad parcial Pakistán, Maldivas, Bután, Bangladesh y Nepal. En Cuba y Paraguay dizque hay mejoría. Colombia comparte con México, Nicaragua y Venezuela el rango penoso de los países con libertad en declive. De Estados Unidos señala el riesgo de los derechos y libertades y critica los errores y acciones de Bush.
Benjamin Button (Brad Pitt), protagonista de la bonísima y larguísima película, fue perdiendo capacidad de autodeterminación a medida que pasaba en contravía por los años, que no le pasaban sino que se le devolvían. Los únicos momentos normales de su vida fueron los de la juventud, cuando pudo amar con plenitud, ser padre y reconocerse como hijo, vivir como alguien, como ser humano real y dueño de sí mismo.
El viaje regresivo a la infancia le representó a Benjamin la pérdida gradual y progresiva del control de sí mismo, de la autonomía. De la libertad original en la paradójica infancia senil llegó a la impotencia y el comportamiento errático en la extraña edad final de la senilidad infantil.
La libertad es una búsqueda continua. Cada día la realidad es más distante del ideal originario. Siempre está presente el riesgo de perderla, en la medida en que se maneje como un juguete infantil. Este mundo de la libertad en retroceso se parece al de Benjamin Button.
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