Era un secreto a voces. Desde hace medio siglo las guerrillas han sido las únicas administradoras de buena parte de Colombia. Con el beneplácito del Estado, sumido en la desidia por incapacidad y abandono, el ELN y las Farc se hicieron con el control de vastas zonas campesinas. Con la amenaza del fusil y de la intransigencia de por medio fueron acaparando tierras, haciendas y vidas a su antojo hasta lograr un pequeño reino donde se hicieron amos y señores.
Cuantos hemos vivido el conflicto armado, aunque sea como meros notarios tras un teclado, sabemos del terror feudal al que los pistoleros someten a sus lacayos. A través de los testimonios de quienes lograron escapar, conocemos del robo de haciendas y ganado, de los tributos que reclaman, cual mafiosos, a cuantos intentan hacer negocios en sus territorios, del diezmo que exigen a sus súbditos y hasta de la suerte de derecho de pernada instaurado para que las hijas más lindas de cada aldea satisfagan los caprichos de los comandantes.
Ahora al fin la verdad ve la luz gracias a la tarea de la Fiscalía. El balance es esclarecedor y el libro de propiedades tan gordo y pesado como el Ulises de Joyce. Así, sabemos que las Farc despojaron de 700.000 hectáreas a los campesinos. Sólo en el Caquetá hay registros de fincas por un total de 82.000 hectáreas y aún quedan montones de legajos por escudriñar.
En los papeles investigados de los correos electrónicos que siguen desencriptándose, tanto "Tirofijo", el legendario fundador de la banda terrorista, como su lugarteniente, "Mono Jojoy", ambos fallecidos, dejaron innumerables huellas de sus propiedades.
"Finca de ‘Manuel Marulanda’. Con búnker a control remoto y dos túneles construidos por iraquíes. Zoológico". "Finca ‘Grannobles’ (comandante y hermano de ‘Jojoy’), cercana a la de ‘Marulanda’. Abundante ganado".
De las pesquisas se concluye que entre los terratenientes de las Farc atesoraban nada menos que un área de 150 kilómetros cuadrados del departamento del Caquetá, uno de sus fortines, y que llegaron a disponer de una ganadería de casi un millón de reses.
"Están contabilizadas hasta el momento 900.000 reses. Terminar de hacer el registro de todos los vienes (con "v" en el original) del movimiento", fue uno de los mensajes que recibió ‘Jojoy’ de uno de los jefes de finanzas del Bloque Oriental.
Es esta la palmaria explicación del interés de los hacendados de uniforme en colarle a Santos un salvoconducto con el que seguir reinando en el bosque, cual antítesis de Robin Hood: robando a los pobres para llenarse los bolsillos.
Las llamadas "reservas campesinas" que pretenden arrancar estos matones en la farsa que hay montada en La Habana -a cambio de estampar su firma en un papel mojado- no son más que cárceles al aire libre para miles de familias atrapadas en el bando equivocado.
Eso sin contar que para entregar esa demanda a estos chorizos, que se han pasado media vida viviendo a costa del sudor y el dolor de sus vecinos, el gobierno tendría que modificar todas las leyes y dinamitar la democracia porque hasta hoy nadie puede regir en ningún sitio sin haber sido elegido por el pueblo. Por eso, cualquier concesión en este sentido será un error irreparable salvo que se garantice la tutela absoluta del Estado sobre esos territorios.
Si las Farc quieren hacer política lo tienen fácil: sin uniformes ni pistolas, preséntense a unas elecciones. Pujen por la confianza de sus conciudadanos con proyectos que hagan prosperar a sus vecinos, como hacen con mayor o menor fortuna el resto de partidos. Juégensela en libertad y dejen ya de darnos paja. Que no cuela.
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