Eluana Englaro, una mujer italiana de 38 años que estaba en estado vegetativo y era centro de una disputa por el derecho a la eutanasia, murió ayer a pesar de los esfuerzos del primer ministro, Silvio Berlusconi, para que los médicos no dejaran de alimentarla.
La mujer llevaba 17 años en estado de coma desde que sufrió un accidente de tránsito en 1992.
Un minuto de silencio luego del anuncio de su muerte fue tributado en el Senado, donde se debatía una ley que podría haber obligado a la clínica en el norte de Italia donde estaba internada a reanudar su alimentación a través de un tubo, luego de que habían dejado de suministrarla hace tres días por petición de la familia.
El caso fue comparado con el de Terri Schiavo, la estadounidense en estado vegetativo que obtuvo el derecho a morir en el 2005 tras una larga batalla legal.
El padre de Eluana, Beppino, se enfrentó con cortes italianas durante 10 años para obtener permiso para desconectar el tubo que alimentaba a su hija, diciendo que su deseo era no ser mantenida con vida de forma artificial.
Berlusconi emitió el pasado viernes un decreto de emergencia que ordenaba a los médicos volver a alimentar a Englaro, pero fue rechazado por el presidente Giorgio Napolitano, que alegó que era inconstitucional porque invadía el terreno de los principales jueces del país.
Tras conocerse la muerte, divulgada inicialmente por un senador, Berlusconi expresó su profundo dolor.
Previamente, inspectores visitaron la clínica donde estaba recluida a fin de evaluar si el centro estaba calificado para dejarla morir, en línea con una sentencia judicial.
La polémica
El caso dividió al país de gran mayoría católica y provocó manifestaciones casi a diario por parte de aquellos que estaban a favor de dejarla morir y de quienes decían que hacerlo equivalía a un asesinato.
Los médicos de la clínica de Udine, en el noroeste del país, dejaron de alimentar a Englaro el viernes, cumpliendo con una sentencia del Tribunal Supremo.
Berlusconi, con el apoyo del Vaticano, intentó bloquear la implementación de la sentencia, argumentando que no alimentar a un paciente conlleva una eutanasia, algo ilegal en Italia.
El escándalo generó una crisis institucional entre Berlusconi y el jefe del Estado y alentó un debate sobre si, al colocarse abiertamente al lado del primer ministro, el Vaticano estaba interfiriendo de forma excesiva.
Por tercer día consecutivo, el Papa Benedicto XVI se refirió indirectamente al caso, diciendo al nuevo embajador brasileño en la Santa Sede que "la santidad de la vida debe preservarse desde la concepción hasta su fin natural".
Al momento de la muerte de Englaro, Berlusconi estaba promoviendo en el Parlamento, donde tiene una amplia mayoría, una ley para revertir la suspensión de la alimentación a pacientes que no pueden valerse por sí mismos.
El Senado parecía dispuesto a aprobar la ley el martes, mientras que la Cámara baja debía votar al día siguiente.
Desde el Vaticano, el ministro de Sanidad, cardenal Javier Lozano Barragán pidió que "el Señor la acoja en su seno y perdone a quien se le ha llevado de este mundo".
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