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Entre balones y pelotones

14 de diciembre de 2008
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Un equipo de fútbol requiere suplentes, jugadores en la banca que le ayuden a cumplir decorosamente sus compromisos. El riesgo de dicho deporte, el desgaste en 90 minutos o más de juego, hace necesario tener jugadores de reserva para suplir las emergencias. El director técnico, según observe la fatiga, el rendimiento o la gravedad de las lesiones que sufran sus pupilos, determinará si los cambia por los de la banca.

No es igual en una junta directiva. La costumbre de tener suplentes coincide con nuestra cultura de que el principal no está obligado a asistir a todas las juntas, así que para llenar las sillas, se acude a la figura de los suplentes. Va en contravía de la efectividad de la junta, pues hace éstas innecesariamente numerosas. Con frecuencia los suplentes son invitados a todas las juntas, para que en la eventualidad de tener que actuar como principales, posean la mínima información necesaria sobre el avance de la compañía. Esas juntas se parecen más a un equipo de fútbol, no por lo dinámicas, sino por lo numerosas.

Según un estudio de la "National Asociation of Corporate Directors", en EE.UU. las juntas directivas se han reducido a la mitad de los miembros en los últimos 30 años.

El estudio analiza separadamente las compañías según tamaño: Pymes, empresas pequeñas, medianas, grandes y las 200 más grandes. Para ellos Pymes son empresas con facturación entre 50 y 500 millones de dólares. Golpe bajo para nosotros, pues su definición de Pymes corresponde prácticamente a la totalidad de las empresas más grandes de nosotros. Las juntas de las Pymes de ellos tienen en promedio 7 miembros y operan por lo general en muchos países. Aquí las más grandes, concentradas en su gran mayoría en el mercado local, tienen en promedio 7 miembros principales más 7 suplentes, es decir, los duplicamos. Nos encantan las ineficiencias de las multitudes.

Aquí muchas compañías con menos de 30.000 millones de pesos de facturación anual tienen juntas con cinco principales más cinco suplentes. No necesitan más de tres principales "calidosos".

Estados Unidos tiene 535 legisladores, Colombia 266, la mitad, con el 15% de la población de EE.UU. Tenemos la torpe creencia de que a mayores juntas y mayor número de congresistas, mejores serán las empresas y mejor país tendremos. La realidad indica lo contrario. Sacrificamos la calidad por la cantidad.

Para evitar este inconveniente de las multitudes, algunas empresas sólo invitan a los suplentes cuando falta el principal. En estos casos, el pobre cristiano queda como mosco en leche, en medio de un debate del cual no tiene ni los más mínimos antecedentes.

La mejor solución es eliminar los suplentes y comprometer a los principales a asistir a todas las juntas. Esto exige que se programe desde la primera junta, después de la asamblea, el cronograma de reuniones de todo el año, con aprobación de todos los directores. Si posteriormente a algún director se le presentan compromisos insalvables que le impiden asistir a una junta, se debe tratar de reprogramar la fecha.

El parágrafo primero del artículo 44, de la ley 964, libera a los emisores de valores, y sólo a éstos, de la tediosa obligación de tener suplentes: "Los emisores de valores podrán disponer en sus estatutos que no existirán suplencias en las juntas directivas".

En un país donde todo se quiere regular (exceso de legisladores sin nada qué hacer), quedan boquetes por todos lados. El artículo 434 del Código de Comercio establece: "Dicha junta (la J. directiva) se integrará con no menos de tres miembros y cada uno de ellos tendrá un suplente". Si no es emisor, la solución es muy sencilla: Establecer la composición de la junta en los estatutos con principales y suplentes y no nombrar estos últimos.

Comprensible los suplentes en el juego del balón, pero en una junta, es ser muy P.

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