Me declaro confeso seguidor de la concepción que define el deporte como una suerte de escuela al aire para ejercer la ciudadanía. Y ésta, por sustracción de materia, está atada a la práctica de la libertad, uno de cuyos primeros escenarios es el propio terreno de juego.
Esa libertad, entendida en este caso como el despliegue de imaginación, iniciativa y, sobre todo, autonomía para expresarse el individuo y actuar en pro del interés colectivo de su equipo y, por extensión, de su país, es la que parece estar ausente entre los integrantes de la selección que viene representando a Colombia en las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010.
Y lo afirmo - aun en medio de la euforia de los resultados-porque gran parte de los jugadores están envueltos por un halo de inseguridad y de temor a la hora de controlar la pelota y de entregarla a un compañero. Si hay algo que sobresale en nuestra selección es el espíritu errático, posible expresión de una especie de miedo a ser libre. Porque cuando se asumen responsabilidades y no se siente, o no se tiene la necesaria autonomía, no puede aparecer la libertad como el motor que impulse a un colectivo -llámese equipo o país- a conquistar las metas trazadas.
Cuesta aceptar cómo ha desaparecido, en tan poco tiempo, el arte del toque del balón -expresión de libertad, individualidad y espíritu colectivo-, un factor reciente de identidad característico del fútbol colombiano en el contexto latinoamericano e incluso mundial.
Los últimos partidos de la selección han evidenciado entre sus jugadores el temor de la responsabilidad y de la propia libertad, bien sea para manejar un resultado -como contra Perú- o para confiar entre ellos al entregarse la pelota -es difícil que se asegure cuando pasa de un compañero a otro-. ¿Será que debemos invocar de nuevo a Rousseau y su consigna de que al ser humano hay que obligarlo a ser libre?
Pero compartiendo el interrogante, y por tanto pensando en su concreción, me surge otra pregunta: ¿Será que el técnico Jorge Luis Pinto sí está comprometido con esa tarea libertaria de contribuir a la formación de seres autónomos, capaces de asumir y cumplir con sus responsabilidades? La duda me asalta por la actitud regañona y desconfiada que asume hacia sus jugadores en los partidos, producto de lo cual les impone a aquellos un esquema tan rígido que más que denotar la aspiración de formar seres autónomos, refleja su compromiso irreductible con modelos políticos hoy muy de moda y a la vez definidos respecto del individuo que pretenden perfilar: el hombre obediente. La eficacia -10 puntos en la tabla- es su justificación.
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