A 8.200 metros de altura, en la cumbre del Everest, el oxígeno es un imposible técnico. Un anhelo para un escalador montañista, como Luis Felipe Ossa, quien está en el grupo de las 120 personas en el mundo que han llegado a la cima del Everest sin oxígeno.
No olvida ese instante mágico: la redondez de la tierra vista desde una altura y un lugar solo conquistado por otras 1.200 personas; un privilegio que tuvo por una hora, a pesar del riesgo que ello implica.
Una hazaña que logró en 2007, y que no solo no olvida, sino que relata en grandes o pequeños escenarios.
Para llegar a éste y a otras cadenas montañosas en el mundo, no sólo es importante la preparación física y mental, la ayuda económica, el vestuario adecuado, sino la tecnología.
La conectividad no sólo es importante para el reporte diario del clima o el inventario de la droga y alimentos, entre otras funciones vitales para subir la cumbre, sino que lo es para efectos de entretenimiento y comunicación con sus seres queridos.
Antes de que las expediciones actuales llevaran computadores conectados vía satelital a internet, se utilizaban los mensajeros, quienes aprovechaban las pausas en los campamentos base para ir al pueblo más cercano y enviar, por el método más rápido, a veces el telégrafo, el reporte correspondiente.
A los 7 mil metros de altura todo lo que pueda tener un disco duro se daña, explica Luis Felipe.
Lo que les sucedió con algunos equipos, entre ellos cámaras fotográficas o reproductores de música digital, que no soportaron el frío extremo (o la humedad relativa, como en el caso de la Patagonia), a pesar de las precauciones que podían tomar como sacar la batería y envolverla en cobijas de plumas.
Al final, encontraron un PC portátil ideal, un X61, de Lenovo, con carcasa de Aluminio que resistió todos los embates de la naturaleza, y hasta las caídas con los equipos y una que otra patada, remata Luis Felipe.
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