José Gavino Mena recuerda que estuvo a punto de blanquearse y quedarse sin nada. Los nervios o las ganas que tenía lo traicionaron en los dos primeros movimientos. Eso, quizás, le impidió ganar la medalla de oro, lo reconoce.
La historia, sin embargo, dice, que este levantador de pesas antioqueño, natural de Mutatá, consiguió la primera presea para el país en unos Juegos Olímpicos de la Juventud. Apenas tenía 16 años y ya sus poderosas muñecas podían sostener en la palanqueta más de 100 kilos por encima de su cabeza.
"Han pasado cuatro años y aún no me explico la alegría que sentí en ese momento; estar ahí y sentir lo que genera tener la medalla en el pecho es algo emocionante. No me explico todavía por qué tan joven pude tener ese logro tan importante".
Y habla del orgullo, del trabajo, la familia, las personas que lo encaminaron en las pesas. Y del fervor patrio. "Mire, ese día lo único que sentía era una enorme felicidad, y era algo muy extraño porque sentía que todo el pueblo colombiano me felicitaba, como que todos reconocían el esfuerzo de haberme sobrepuesto a un mal momento y ganar la primera medalla olímpica juvenil para Colombia".
Gavino se desborda hablando de ese día: 16 de agosto de 2010 en la lejana Singapur, donde ganó la presea de plata de las primeras justas juveniles olímpicas.
Y pensar que ese día (noche allá), estuvo entre el cielo y el infierno. "Fallé dos de los tres intentos y por poco me quedo sin medalla". Y reconoce también que de no haber fallado esos movimientos hubiera sido oro. "Fueron momentos de angustia; pero el aliento del entrenador -Aymer Orozco - me impulsó a levantar 107 kilos en el arranque para cerrar ese movimiento y poder seguir en la pelea".
En el envión levantó 140, completando los 247 del total.
"Yo levanté la cabeza y pensaba que ahí no podían terminar tantos días de sacrificio y entrenamientos duros. Tuve la energía suficiente para alzar ese peso y en un solo movimiento lo logré. Fue como un despertar de un letargo".
Esa mañana, relata, se levantó antes de seis de la mañana, salió a trotar por los alrededores de la Villa Olímpica, hizo gimnasio, algo de pesas, regresó a la habitación, se duchó y fue a desayunar. El resto de la jornada fue de pura ansiedad y nerviosismo, situación que se extendió hasta el momento de la prueba.
"Debo confesar que nunca había saltado como lo hice cuando me supe ganador de la medalla. Es más, no recuerdo que lo haya vuelto a hacer. La alegría era inmensa máxime si tenés en cuenta que minutos antes era todo tensión e incertidumbre en el salón de espera del turno".
Ya en el podio, Gavino dice que no pensaba en nada, que solo veía gente levantando banderas y manos, y que escuchaba como coreaban el nombre de Colombia. Sentía que la gente le daba las gracias. "Jamás me habían agradecido tanto".
"Fue un triunfo difícil como ha sido toda mi vida. Por eso el esfuerzo se vio premiado con la medalla, porque me tracé la meta de querer salir adelante y darle alegrías a mi familia y a mi país para que se sientan orgullosos de mí".
Esa noche, de regreso a la Villa, no hubo celebraciones -"era muy tarde y estaba cansado"-. Se fue a dormir, no sin antes pensar en esas personas que le han ayudado a salir adelante: Yofre López -entrenador en Apartadó-, Giovanny Moreno Lara -quien lo descubrió en el colegio-, Vlado y Giorgi Panchev -los entrenadores de Liga y Selección-, Indeportes, el COC y, claro, en su mamá -María Antonia Moreno -, la persona que más le ayudó para ser, como dice, verraco en la vida. "Ella me llenó de valor para luchar en la vida y salir adelante: me ha impulsado; es mi motor de vida".
Y cuando el sueño lo estaba venciendo, recuerda, vagamente, que cogió la medalla, se la puso y se arropó. "Esa noche dormí con todo y medalla. Y lo hice como un bebé".
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