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Falló la supervisión, no la arquitectura

24 de marzo de 2009
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La crisis financiera de los últimos meses ha causado en los medio económicos una multitud de propuestas para reformar el sistema intergubernamental de supervisión de las finanzas internacionales.  Es cierto que partes importantes del sistema, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, datan de finales de la segunda guerra mundial en 1945.  Pero también es cierto que otras partes del llamado sistema, tales como el Banco Central Europeo y la emergencia de China como el mayor tenedor de reservas del mundo, son relativamente recientes.  Y además, son mucho más importantes.

Los ministros de finanzas y los banqueros centrales se refieren a los cambios necesarios en esta “arquitectura” financiera internacional pero muchas veces no se define bien cuáles son las reformas esenciales.  Antes que todo, hay que enfatizar el hecho que una buena parte de la crisis se debe a problemas nacionales de supervisión financiera, sobre todo en Estados Unidos y Europa, y no tanto a falencias de coordinación o “arquitectura” internacional.  Algunos ejemplos:

i. La supervisión bancaria y de valores en Estados Unidos está repartida entre 7 entidades federales y un sinnúmero de otras entidades a nivel de los 50 estados de la Unión.  Los seguros tienen limitada supervisión federal y están controlados a nivel de cada estado.  Con tal cantidad de entidades la coordinación y la acción rápida son, por decir lo menos, difíciles.

ii. Las reservas internacionales controladas por la China, unos $2 millones de millones (o $2 “trillones” norteamericanos), son diez veces mayores que los recursos del Fondo Monetario Internacional para atender las emergencias de decenas de países.

iii. Las principales calificadoras de crédito, entidades privadas que califican a todo tipo de papeles de deuda tanto internacionales como nacionales, se equivocaron borrascosamente cuando le dieron altas notas a papeles muy complicados, principalmente hipotecarios, que luego entraron en falencia en países tan diversos como España, Estados Unidos y el Reino Unido.  Algunos piensan que estos errores son el producto de un sistema en el cual los calificados pagan los honorarios de los calificadores.

En las próximas semanas se reunirán los jefes de estado del llamado “Grupo de los 20” para discutir la crisis.  Es poco probable que de allí salgan grandes iniciativas, salvo un apoyo al aumento muy necesario de recursos del Fondo Monetario, y ojalá también del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y de otras entidades internacionales.  Enhorabuena.

Pero al final la verdadera solución a los problemas de “arquitectura” es una mezcla de trabajo de filigrana, sobre todo a nivel nacional, con una mejor coordinación internacional, como ha propuesto para Europa el ex jefe del Fondo Monetario, Jacques de Larosiere.  Un detalle muy importante está en las normas contables, que están influenciadas pero no directamente controladas por los gobiernos.

La crisis financiera y bancaria es en parte el resultado de que los auditores deben contabilizar activos financieros a “valor de mercado” cuando no hay mercado.  Para cubrirse, se contabilizan pérdidas demasiado grandes que descapitalizan a los bancos e impiden la recuperación del crédito en países claves como Estados Unidos, pese a enormes subsidios gubernamentales.  Hay que empezar por allí.

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