Las familias norteamericanas moderan su voraz propensión al consumo, y eso también pone en alerta a los inversionistas de Wall Street y de los mercados bursátiles internacionales.
Lo que pasa en Estados Unidos no es nada distinto a lo que ocurre en cualquier economía hogareña.
Cuando un país va por buen camino en materia económica, los ciudadanos acarician el sueño de un mayor bienestar. Si adicionalmente las familias cuentan con empleos estables y bien remunerados, lo usual es ver que parte de sus ahorros se liberen y le den rienda suelta a la compra de autos, electrodomésticos, viajes de placer, reformas en las casas y hasta la renovación del ropero.
Esa misma lógica indica que cuando hay nubarrones en la economía, lo más prudente es apretar las billeteras y poner a dieta el gasto.
Esto último es lo que está pasando ahora en Estados Unidos, la tradicional locomotora del crecimiento mundial que por estos días también lidera el deterioro económico global.
Que a las familias norteamericanas les dé por guardar su dinero debajo del colchón, resulta funesto para esta economía, porque más del 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) depende justamente del gasto.
Las bases del círculo vicioso están dadas. La economía se debilita porque las familias no gastan, y éstas últimas no gastan porque les asusta el aumento del desempleo, el desorden financiero, la contracción del crédito y un ambiente de recesión en que caen la producción y las ventas.
Eso es lo que hay detrás de las noticias que hablan de un desplome en Wall Street por las amenazas de recesión, patentes, vale decir, en el deterioro del empleo y la pérdida de ritmo de las cajas registradoras de los comerciantes.
En Nueva York, símbolo mundial de los negocios, sus propias autoridades estiman que como consecuencia de la crisis financiera se van a perder 165.000 empleos en los próximos dos años. Y, añaden las agencias de noticias, los ingresos tributarios de esa misma ciudad se van a caer en unos 2.400 millones de dólares. Todo esto, crispa los nervios del inversionista.
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