Se siente un poco de pudor, y hasta vergüenza, ocuparse en este momento patético del mundo, de la humanidad, de una tilde, una modesta tilde que viene a ser algo así como una brizna, pequeño soplo, un casi nada en la vida del hombre. Pero si pensamos unos momentos sobre las cosas minúsculas nos vamos a encontrar con algo mucho menor que una tilde y que descubrió el griego Demócrito hace más de dos mil años: un átomo.
Nada menos que su majestad el átomo, principio y fin del universo, y dolor de cabeza y vida y muerte de todo lo que existe. Pero sucede que la tilde perdida en el computador de alguien que trabaja sesudamente frente a su máquina, es una pequeña catástrofe que le obliga a buscar la virgulilla por todos los rincones de ese misterioso sistema llamado informática, o no sé qué otro nombre pueda tener. La tilde se ha perdido de un momento a otro y su ausencia nos obliga a pensar en caminos complementarios para buscarla y, de repente, pescarla en un rincón de esa nebulosa que es un ordenador.
¿Por dónde anda una tilde perdida? ¿A qué puede dedicarse ese animalillo diminuto mientras nosotros lo buscamos como si un duende se la hubiera llevado a no se sabe qué sitio? Sólo Dios y el técnico lo saben hasta que ella, sin siquiera sonrojarse, aparece de repente cuando tocamos una tecla equivocada.
PAUSA . "Dicen que el viento es viejo ...y sigue soplando".
CARNE . Siempre se nos ha dicho que los caballos se han hecho para montar en ellos y que los burros fueron "diseñados" para trabajar, como cualquier mortal, con excepción de algunos funcionarios. Pero desde tiempos conocemos los sancochos de caballo y los mondongos de burro que venden en algunas partes. Una de esas partes es París, y otras varias ciudades de Estados Unidos y de Colombia.
Pero en verdad eso no es tan grave si pensamos en que aquí comemos hormigas culonas y en Nueva York consumen cucarachas fritas. Lo grave es que a los traficantes o vendedores de carne caballar en USA los pensaban o piensan condenarlos a cadena perpetua y hasta la muerte se les podría imponer como castigo. La verdad es que a los hermanos gringos se les va la mano en muchos casos, sin que quiera hablar de Irak, Afganistán y otras cosas mucho más importantes que el sancocho de caballo.
Lo único que puedo y quiero anotar en estas líneas es aconsejar a nuestros queridos santandereanos que no vayan a trasplantar los hormigueros a USA porque ya saben lo que les puede pasar. Si un sánduche de caballo da pena de muerte qué no les podrá pasar con unos tamales de hormigas caderonas. Y digo caderonas por pudor, porque arriba ya había escrito culonas.
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