LA JUSTICIA Y LA MISERICORDIA. Un día se presentó ante Napoleón una anciana hecha un mar de lágrimas. -Deje a mi hijo en libertad, suplicaba la anciana. El emperador, levantándose del trono le contestó: -No es justo que yo haga eso, su hijo es prisionero de guerra. La anciana lo miró a los ojos y le dijo: -¿No se da cuenta de que no estoy pidiendo justicia, sino misericordia? Es más fácil refugiarse detrás del rigor de justicia que correr el riesgo de la misericordia. La representación de estas dos posturas la podemos encontrar en el insensible oficial Javert y el protagonista de Los Miserables , Jean Valjean. Este último jamás permitió que el odio invadiera su mente ni su corazón y optó hasta su muerte por el bien. Para perdonar es necesario superar los límites de la justicia y adentrarse en el ámbito de la misericordia. ¿Cómo se hace eso? Confiando en que el justo Juez dará a cada uno el mérito o castigo de sus obras. Este juicio se anticipa de manera imperfecta en esta vida, no hay que esperar al punto final. La misericordia produce pingües frutos, mientras que el mal te pasa facturas muy altas. La sola justicia no basta, se necesita un poco de compasión para poder perdonar y sanar.
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