No solo la hermana República de Venezuela, sino buena parte del mundo, han estado expectantes los últimos días por la prolongada ausencia de su país del mandatario Hugo Rafael Chávez, quien en total mutismo se desplazó a la isla de Cuba como si se tratara de sus acostumbradas visitas no oficiales a los hermanos Castro, quienes se han constituido en sus inspiradores para importar el modelo cubano y entronizar su programa revolucionario del siglo XXI. Estadía que inexplicablemente se fue alargando, dando lugar a las consabidas conjeturas al constituirse en un verdadero misterio las circunstancias que retenían por fuera de su territorio al presidente de los venezolanos.
La novela nos tuvo en suspenso hasta el pasado jueves cuando reapareció el mandatario en la televisión, con un talante muy diferente al acostumbrado en sus intervenciones de varias horas, matizadas de teatro, chistes y canciones; en esta ocasión explicó parcamente que se encontraba convaleciente de dos intervenciones quirúrgicas que han hecho parte de intenso tratamiento al cáncer que padece, penosa enfermedad que no todos logran superar.
Chávez, hombre de mil batallas, está enfrentando la más difícil y compleja, pues desafortunadamente la ciencia no ha avanzado lo suficiente para extinguir la enfermedad que se ha constituido en una verdadera epidemia, funesta y dolorosa que cada día da cuanta de miles de personas en el mundo.
Mientras el mandatario de los venezolanos pone de su parte para vencer sus dolencias, su país se estremece en medio del desconcierto, en el que unos oran por su total restablecimiento y otros esperan lo peor, o su dimisión inmediata para evitar la desinstitucionalización y el empeoramiento del caos existente en la nación.
Las circunstancias que actualmente vive la República Bolivariana de Venezuela, profundamente afectada por factores tan preocupantes como el crecimiento de la deuda pública, la baja producción de petróleo, el racionamiento de energía eléctrica, la escasez de alimentos, la inseguridad reinante, el desempleo, las restricciones a la libertad de prensa y de opinión, las huelgas de hambre y las protestas permanentes de diversos sectores, las expropiaciones, la poca inversión y el éxodo de importantes medios de la producción, etc., presagian que el hermano país está al borde del precipicio y que se hace indispensable la presencia muy centrada de su líder, pues, como se dice en el argot popular, la “cabeza encabeza”, máxime siendo Chávez el promotor de toda clase de transformaciones de hondo contenido social y económico.
Para fortuna de sus seguidores, Chávez regresó de manera sorpresiva el pasado lunes en la madrugada, con el fin de ponerse nuevamente al frente del timón; su liderazgo es indiscutible, ejerce un total dominio y control sobre todas las materias del Estado, no permite que nadie esté a la altura de la figura presidencial, en su gobierno no se mueve una hoja ni se puede tomar decisión alguna sin su autorización; su gabinete ministerial y servidores públicos son de bajo perfil, ninguno brilla con luz propia ni cuenta con la suficiente sapiencia ni liderazgo sobre el partido de gobierno, ni mucho sobre el pueblo venezolano.
El campanazo que le ha dado la vida al mandatario venezolano puede servirle para hacer replanteamientos, ya que de continuar el camino de forma tan cerrada y restrictiva, el futuro de la hermana nación no será muy claro y se complicará aún más en el eventual caso de que faltare, bien de manera temporal o absoluta y todo por la inexistencia dentro de su movimiento de un líder o varios que pudiesen sucederlo con igual o mayor capacidad; caso semejante ocurre en la oposición, que no ha podido fortalecerse por las constantes diferencias, un nuevo sobresalto a la democracia venezolana tendría nocivas consecuencias internas, extensivas muy seguramente a otros países y al que no sería ajeno el nuestro.
Los votos de los pueblos y de los gobernantes latinoamericanos y especialmente del nuestro, son por una pronta y definitiva recuperación del presidente Chávez, porque ante todo está el ser humano que hoy afronta tan difícil situación personal, y porque, a pesar de todas las diferencias ideológicas con el gobierno colombiano, viene cumpliendo los compromisos y ayudándonos a mejorar la seguridad en la frontera.