Las mujeres fueron las protagonistas desde los primeros días de la existencia de Jesús en la tierra. Obviamente que fue su madre, María, la más destacada. Ellas siempre lo acompañaron durante su predicación aunque los evangelistas no las nombraban por su nombre, simplemente hablaban de las mujeres, sin particularizar.
Jesús siempre habló con positivo afecto de las mujeres, con comprensión, con perdón, brindándoles ayuda y en tono de sincera amistad. Varias fueron hermanas y discípulas.
Rompió sin duda una de las reglas más celosamente guardadas en la sociedad y conversaba con ellas en público: Con la madre de Santiago y Juan, la Samaritana, la hemorroisa.
No las discriminó en sus milagros y fueron ellas las protagonistas frecuentes de su obrar milagroso.
Las destacó reiteradamente como ejemplos positivos: Las novias, la viuda y el juez, La parturienta y el cielo.
Se atrevió, sin miedo, a conversar con extranjeras que eran incluso consideradas enemigas, como lo hizo con la Samaritana y también con la Sirofenicia.
No tuvo remilgos para entablar conversación con pecadoras reconocidas y llegó a afirmar con rudeza y abierto desafío que: “Ellas precederán a los demás en el reino de los cielos”. Uno de los pasajes más reveladores y que enfrentaban la cultura de su momento fue la escena en la que Él perdona a una mujer adúltera y deja a los sabihondos con la cabeza gacha y avergonzada.
Jesús nunca ocultó su profunda, efectiva y afectiva amistad con varias mujeres que eran sus amigas del alma: María Magdalena, Marta y María, María Cleofás. Es sin duda muy sintomático que fueran las mujeres quienes lo acompañaron en la cruz: María, su madre; la hermana de María, María Cleofás, María de Magdala. Los hombres huyeron…
Pero fueron igualmente ellas las primeras en enterarse de la resurrección del Señor y quienes dieron aviso a los hombres. Eran ellas las que por su cercanía al corazón debían saberlo primero: María Magdalena y María Cleofás.
Una de las escenas más bellas contadas por los evangelistas es precisamente el emotivo encuentro personal de Jesús con María Magdalena. Ella fue la primera en verlo y reaccionó de acuerdo con la intensidad de su relación, hasta el punto que el Maestro tuvo que pedirle que no lo tocara más.
Para rematar esta visión rápida de las relaciones de Jesús con las mujeres hay que destacar que contrariamente a los discípulos que pregonaban la supremacía del hombre sobre la mujer, Jesús nunca habló en estos términos sino que cuando se refirió explícitamente a las relaciones de pareja, a la unión hombre-mujer, expresó sin titubeos que “sean los dos una misma carne”, en términos de igualdad y libertad...
Amén.
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