Juan Miguel López Gil salió de su casa en Berlín, Alemania, el 14 de febrero de este año y nunca más volvió. Mientras se escribía este artículo que pretendía hacer eco sobre su desaparición, una triste noticia cambió el rumbo de la historia: a Juan Miguel lo hallaron muerto en un canal de la ciudad alemana.
Cerca de la medianoche de ese sábado, Juan Miguel, de 26 años y nacido en Medellín, salió de su casa en Tellstr, Neukölln, a un bar cercano para "relajarse" después de estar todo el día trabajando en internet.
Como era propio en él, "despachó rapidito" a su mamá por teléfono, le tiró un beso, le pidió la bendición y salió a encontrarse cara a cara con su destino.
Con la esperanza anidada en su corazón de madre, Piedad Gil Restrepo no dudó un segundo que su hijo estuviera vivo y para acelerar el encuentro ayer viajaba a Alemania a buscarlo ella misma. No alcanzó.
Amigo, esposo y futuro padre
Juan Miguel se fue para Berlín en septiembre del año pasado con su novia alemana Sandra Prepeens, que debía renovar su visa para volver a Medellín, en donde habían vivido juntos nueve meses.
Estaban llenos de sueños. Se casaron en noviembre e iban a ser padres.
Sola, con sus cinco meses de embarazo, Sandra recorrió las congeladas calles de Berlín pegando afiches y mirando detenidamente los rostros de los transeúntes para ver si lo encontraba. Además recurrió a la policía y a la embajada colombiana.
Juan Miguel sufría de epilepsia y el temor de sus familiares y amigos es que le hubiera dado un ataque y estuviera deambulando por las calles, desorientado y sin poder comunicarse porque sabía muy poco alemán.
No hubo un solo día desde su desaparición que no lo estuvieran buscando.
Sus amigos se unieron a través de un grupo en Facebook y de un blog con la única finalidad de hallarlo.
El sábado que se desapareció, Jorge Mario Giraldo Molinares, un amigo de Juan Miguel desde hace tres años, habló con él por internet. Le envió una música y su amigo le prometió que la escucharía apenas regresara de una fiesta a la que iba.
A ambos los unía el amor por la música electrónica. "Él quería montar una disquera independiente entre amigos e iba a establecer contactos en Alemania", dijo Giraldo.
Todos lo querían. Era "demasiado charro, buena gente, tranquilo y sonriente", agregó su amigo.
Por eso, entre todos, recogieron dinero para que su mamá pudiera ir a buscarlo y Rommy, una alemana que se enteró del caso, a través de Facebook, se conmovió con la gran movilización de sus amigos y le ofreció a Piedad acogerla en su casa los días que fueran necesarios hasta que pudiera regresar a Medellín de la mano de su hijo.
Pero las malas noticias se le adelantaron a Piedad y desmoronaron las esperanzas de sus conocidos.
Las ilusiones de Juan Miguel se frustraron a corta edad. Ya no compondrá música electrónica, ni hará fotografía artística, ni escribirá guiones y relatos.
Nunca más abrazará a sus seres queridos, no volverá a disfrutar de la naturaleza y los perros, no se radicará en abril en Medellín con su esposa, no montará la disquera y ya no conocerá a su hijo.
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