Alta, espigada, con una sonrisa a flor de piel y seducida por Cupido del otro lado de su portátil, Juliana luce como cualquier otra joven de catorce años.
Es descomplicada y alegre, como si el mes y medio en el que se debatió entre la vida y la muerte no hubieran existido ni las hondas huellas que lleva en su espalda.
La muerte la estuvo rondando de cerca desde enero del año pasado, cuando los dolores en su costado izquierdo, que creía eran espasmos, resultaron ser consecuencia de un tumor maligno denominado Askin, ubicado en la caja torácica, bajo las costillas.
El problema no fue que ella no supiera de qué se trataba, sino que la primera atención que tuvo por urgencias, en una clínica particular, tuvo un mal diagnóstico: "es una costilla inflamada, déle analgésicos y póngale unos pañitos", recuerda Gloria López, su mamá.
Este cáncer se presenta en la infancia y la adolescencia con un promedio de edad de 13 años, la edad que ella tenía en 2009. Además, predomina en las mujeres, con una relación respecto a los hombres de tres a uno.
Juliana, quien tiene un alto umbral del dolor, continuó su vida escolar como siempre hasta que una noche aceptó que la mamá la llevara de nuevo a urgencias, esta vez al Hospital Universitario San Vicente de Paúl.
Era un viernes de marzo y luego de revisarla y hacerle una radiografía, el diagnóstico fue contundente. "Tiene cáncer". Le pusieron morfina para el dolor y pocas horas después, aún en urgencias, se complicó.
"El tumor empezó a sangrar y le inundó el pulmón. De inmediato la llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, me dijeron que estaba muy grave y que no se iba a salvar", recuerda Gloria.
A partir de ese momento todo fue una sucesión de momentos críticos: una cirugía con cero posibilidades de salir bien, luego mes y medio entre unidad de cuidados intensivos e intermedios; pérdida de la voz e inmovilidad física. Por fortuna en menos de un mes se sobrepuso a estas fallas secundarias.
Hoy, cuando está a punto de concluir su ciclo de quimioterapias con excelente resultado, pareciera que los problemas quedaron atrás.
Sin embargo, los papás de Juliana se encuentran en una encrucijada. Desde hace cinco años, cuando residían en Bucaramanga, se habían afiliado a la EPS Sol Salud que los siguió cubriendo en Medellín. "Pero luego, que por pocos usuarios, nos vendieron a Salud Total. Ellos dicen que la cobertura sigue pero en las clínicas que ellos designan", explica doña Gloria López.
Aclara que toda la atención y el tratamiento de Juliana se los han brindado en el San Vicente, donde conocen su caso a cabalidad, y no quiere ni imaginar el hecho de "ir a parar a otra entidad".
En vista de la situación, optó por salirse y tomar una póliza, como particular, con Sura con el fin de no interrumpir el tratamiento.
"Ahora Salud Total nos reclama pero no quiero estar con ellos si no me dejan seguir con los médicos y cirujanos que la han atendido".
"Este 3 de marzo se sabrá quién cubrirá la siguiente quimio. De lo contrario, pongo una tutela", afirma doña Gloria mientras suspira por lo que ve venir en la lucha por la salud de su hija.
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