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LA BARBARIE DEL SEÑOR PAREDES

  • LA BARBARIE DEL SEÑOR PAREDES
02 de agosto de 2014
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Fue un domingo al anochecer, casi lunes al amanecer. Imposible conciliar el sueño con aquel dolor intenso y persistente que estaba haciendo estragos en mí desde hacía varias horas. Sin prender las luces para no despertar a nadie, me levanté a tomarme aquella pastilla milagrosa que guardo en la cocina para la migraña y luego emprendí el camino, que creía saberme de memoria, de regreso a la cama. Me faltaban escasos dos metros para lograr el objetivo cuando de repente, ¡tas… Mi frente fue a dar contra el marco de una puerta, producto de una desorientación espacial de un microsegundo.

Decir que quedé viendo estrellas sería demasiado romántico para mi gusto. Y mentiría, además. Lo que vi fue el diablo en calzoncillos, seco de la risa, y mil demonios chiquitos haciéndole barra a su alrededor. Me toqué para ver si había sangre. No. Pero ahora tenía un bombombún sin palo donde hacía un instante estaba mi ceja derecha.

Después de despertar a toda la familia con semejante batacazo, de pasar el susto, de aguantarme los regaños por levantarme a oscuras, de un riguroso examen médico y de amanecer sentada poniéndome hielo para desvanecer el bombombún, a las seis de la mañana mi cara tenía el aspecto de un oso de anteojos, pero con un solo lente. De lo más exótico.

Hasta ahí los gozosos. Luego vinieron los dolorosos, representados en salir a la calle tan desprevenida como quien ha sufrido un accidente casero y descubrir miradas indiscretas y morbosas, algunos jmmm, y hasta sonrisas maliciosas en personas desconocidas.

Los conocidos, muertos de la risa, dijeron lo que seguramente los otros pensaron: "Uy, qué marido pa dar duro". "¿Se dio contra un muro?" "¿Y el muro tenía cinco dedos?". "Ah, entonces fue el señor Paredes", decían con burla. Pero los conozco, me conocen y saben que no trataría de esconder mi dignidad maltrecha detrás de una pared en el caso, terrible, de sufrir maltrato de pareja. Sin embargo, me pregunto y extiendo a ustedes mi inquietud: ¿Por qué somos tan indiferentes y tan folclóricos frente a un acto de barbarie que equivale a una gran tragedia familiar? A mí, de sólo imaginármelo, me duele desde el alma hasta la piel.

Si bien reconozco que la violencia también es ejercida por mujeres contra hombres, las cifras de maltrato contra ellas son espeluznantes. En 2013 más de 15.000 mujeres sufrieron maltrato en todas sus formas: verbal, físico y psicológico, además de agresión sexual, hechos por los cuales fueron capturadas y judicializadas más de 33.000 personas involucradas, según el general Rodolfo Palomino. Falta ver cuántos ya están maltratando de nuevo y cuántas permiten que les sigan dando duro en nombre del miedo, de la dependencia económica o de los factores culturales.

Según la Organización Mundial de la Salud el bajo nivel educativo, los antecedentes de maltrato familiar y las dificultades de comunicación favorecen el problema, abonado además por una escasa formación en respeto (y al respecto) que debería empezar desde antes de nacer, y por el peso pluma de las sanciones legales contra los violentos, que limita con la impunidad.

Ojalá todos los casos de ojo "picho" fueran de cuenta del "señor paredes". Pero no… Mientras la hinchazón se desvanece el morado va cambiando de color hasta desaparecer también, solo que el dolor de la infamia se enquista en el recuerdo y deja cicatrices imborrables en toda la familia. Muy lamentable.

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