El martes en la noche, Barack Obama va a hacer tal vez el discurso más importante de su presidencia.
La tarea de Obama no va a ser fácil. Él tratará de convencer a una nación muy escéptica de que los ataques militares -aún los dirigidos, limitados y sin tropas sobre el terreno- están justificados y son esenciales para proteger los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos. La mayoría de los estadounidenses están cansados después de largos compromisos militares en Afganistán e Irak. Las encuestas muestran que se oponen abrumadoramente en involucrarse en la guerra civil Siria.
Incluso aquellos que creen que el gobierno sirio, encabezado por Bashar al-Assad, utiliza armas químicas contra su propio pueblo, lo que al parecer ha resultado en más de 1.000 muertes (muchas de estas de niños ), no tienen apetito por otra acción militar en el Medio Oriente. Los críticos argumentan que simplemente hay demasiados riesgos, incluida una mayor conflagración en la región con la participación de Irán y otros.
Obama ha hecho su caso sobre razones humanitarias, argumentando que es crucial para reforzar una norma internacional contra el uso de armas de destrucción masiva. Ha enfatizado en lo importante que es castigar a Assad, para enseñarle una lección y disuadir a otros que pudieran tener la tentación de utilizar esas armas terribles.
Obama puede tener un caso moralmente fuerte, pero tiene varios problemas. El primero es que hasta ahora su gobierno está casi aislado a nivel internacional sobre este tema. Otros gobiernos, en su mayoría, han resistido a la petición de Obama de unirse a su coalición. La decisión del Parlamento británico en contra del uso de la fuerza militar en Siria fue un importante y sorprendente golpe para Obama. La falta de respaldo de la ONU plantea serias dudas sobre la legalidad de la propuesta de Obama.
El segundo problema es que Obama, cuya posición en contra de la guerra de Irak le ayudó a llegar a la presidencia en 2008, estableció una "línea roja" el año pasado contra el uso de armas químicas. Es probable que Obama creyera que Assad nunca recurriría a tales armas. Cuando lo hizo, Obama tenía poca opción, sino responder con una posición fuerte. De lo contrario, su credibilidad y la de los Estados Unidos, estaría en serias dudas. Como resultado, la percepción es que la postura de Obama es tanto política como moral.
Justo cuando Obama parecía listo para ordenar ataques militares contra Assad, decidió buscar autorización del Congreso de EE. UU. Por eso, merece crédito. Con frecuencia, los presidentes de los Estados Unidos han emprendido una guerra sin esa desautorización. Pero mientras que la resolución pueda ganar en el Senado, en la Cámara de Representantes el panorama es mucho más difícil para Obama.
Es por ello que este discurso es crucial para Obama. Él debe voltear a la opinión pública a su favor y claramente establecer que un ataque militar es prudente y necesario. Si sus poderes de persuasión no son los adecuados, la agenda del segundo mandato de Obama -incluyendo la reforma migratoria- estaría en peligro.
Incluso si convence al Congreso y sigue adelante con su decisión, la posición política de Obama en el país y a nivel internacional estará en riesgo. Nunca es fácil predecir lo que sucederá una vez que una acción militar está en marcha, pero es difícil pensar en otro caso cuando la incertidumbre haya sido mayor.
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