Estamos en la era de la globalización. No tener fronteras es la frontera de la globalización, incluida la intimidad, eso que nadie quiere airear porque lo avergüenzan sus alifafes.
No hay gesto que no manifieste mi intimidad. Está en la mirada y en la escucha, en el modo de oler y de gustar.
La suavidad de una caricia manifiesta una maravillosa intimidad.
Juan Ramón Jiménez le escribía a Antonio Machado: "Siento esta tarde, Antonio, / tu corazón entre la brisa. / La tarde inflama fraternales liras". Poetas exquisitos, la intimidad del uno y del otro flotaba en la brisa de la tarde.
La intimidad de S. Teresa es conmovedora. "Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los escondía".
Palabras que muestran un corazón de oro, en Dios y en Teresa.
Oscar Wilde lee en griego, en la cárcel, "esos cuatro maravillosos poemas en prosa" que son los evangelios. Esta frase lo conmueve: "El que esté sin pecado que tire la primera piedra".
Exclama arrobado: "Sólo por haber dicho eso se justificaba que hubieras venido a este mundo". Sublime intimidad, la de ambos.
Para Protágoras , el hombre es la medida de todas las cosas, fruto de horas interminables de observarlo todo, más aún, de observarse a sí mismo. Se siente otro siendo el mismo. Da vértigo constatar que el hombre supera infinitamente al hombre. Es largo el camino de la intimidad.
Un agricultor se encuentra un tesoro en el campo. Lleno de alegría, se va, vende lo que tiene y compra el campo. Quienes escuchan a Jesús contar parábolas quedan seducidos por su intimidad, cultivada con esmero en el silencio de la noche.
El amor con que vivo manifiesta mi intimidad. Amar es convertir en comunión la relación que tengo con los minerales, los vegetales, los animales, los hombres y Dios.
Comparto espontáneamente mi intimidad con las personas y las cosas, maravilloso prodigio del amor, que es unidad de dos.
Jesús inspira mi comportamiento. "Yo y el Padre somos uno" (Jn. 10, 30). Saco tiempo para ir de madrugada a un lugar tranquilo y silencioso donde me asombro de ser hijo de tal Padre. Adorarlo es mi intimidad.
"Hermano sol, hermana luna, hermano lobo, hermano fuego". Lejos de la codicia y la violencia, descubro la fraternidad universal de Francisco en mi intimidad.
* Monticelo, Centro de Espiritualidad.
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