Dos guerras abiertas, la perspectiva de dos nuevas potencias nucleares y una opinión mundial de E.U. por los suelos serán parte de la herencia poco envidiable en política exterior que recibirá el próximo presidente de ese país.
Tanto si el vencedor es el demócrata Barack Obama como si es el republicano John McCain, tras las elecciones de mañana tendrán poco tiempo para descansar de lo que han sido casi dos años de campaña electoral.
El nuevo presidente tendrá que ponerse al día rápidamente acerca de la situación en Irak, donde E.U. y el Gobierno de Bagdad negocian un acuerdo para la continuidad de las tropas estadounidenses en ese país.
El 31 de diciembre expira el mandato de la ONU que legaliza la presencia de 155.000 soldados, y a poco más de dos meses, el borrador del acuerdo, que prevé mantener ese contingente en Irak hasta 2011, aún no se ha firmado.
Cuando asuma el cargo, el próximo 20 de enero, el sucesor de Bush tendrá que decidir el futuro de esas tropas y cómo poner fin a esa guerra. Obama es partidario de una retirada gradual a lo largo de un año y medio, mientras que McCain no descarta la permanencia a largo plazo.
La segunda guerra abierta, en Afganistán, tiene perspectivas cada vez más espinosas. El movimiento talibán resurgió y Al Qaeda encontró refugio, según E.U., en las zonas tribales del noreste de Pakistán. Washington se comprometió a enviar más tropas pero encontró escaso entusiasmo entre sus aliados para reforzar el actual contingente de la OTAN.
Obama asegura que si resulta elegido enviará parte de las tropas de Irak a Afganistán, que considera la principal prioridad bélica estadounidense. También ha advertido que, si Pakistán no coopera, está dispuesto a intervenir en las áreas tribales en busca de los líderes de Al Qaeda.
McCain se opone a ello, y acusó a su rival de ingenuo por su amenaza a Pakistán.
El nuevo huésped de la Casa Blanca tendrá que hacer frente a la creciente amenaza nuclear de Irán y vigilar que Corea del Norte cumpla sus compromisos para desmantelar sus instalaciones atómicas, en un proceso que en sus tres años de vigencia ha sufrido estancamientos y reveses.
Tendrá que intentar, además, un nuevo impulso a las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos. Bush se comprometió a lograr un acuerdo antes de abandonar el cargo, pero tras la dimisión del primer ministro israelí Ehud Olmert las perspectivas parecen distantes.
Latinoamérica en vilo
En América Latina, el ganador de mañana tendrá que vérselas con la ola de populismo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y ganarse de nuevo a una región dolida tras lo que ha percibido como el abandono de Bush.
McCain es un gran conocedor de la región, y en plena campaña fue a Colombia y México. Por su parte, el gobernador de Nuevo México Bill Richardson asegura en nombre de Obama que dedicará una "atención estratégica" a la región y ahondará relaciones con Argentina o Brasil.
Pero, sobre todo, el gran desafío del nuevo presidente de E.U. será recuperar la estima por su país en el exterior, que sufrió un duro golpe a raíz de la guerra en Irak.
Sea McCain u Obama, puede encontrar tranquilidad en un dato: según una encuesta del Centro Pew en 21 países , la gran mayoría de ellos (incluido E.U.) esperaba que la política exterior estadounidense mejore tras la salida de Bush.
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