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La locura del maestro

29 de noviembre de 2008
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¡Ay, los amigos! ¡Ay, el amor! ¡Cómo nos hacen sufrir los dos! Los amigos se vuelven como hermanos y sus dolores nos duelen como si fueran propios. El amor se apodera de nosotros y trastorna las cosas de nuestra casa. A veces nos condena a vivir entre miserias.

Hablo de estas cosas por el caso del maestro Rodrigo Granada. Él ha sido uno de mis buenos amigos desde hace 30 años. Lo conocí como un gran pintor. Luego, una universidad lo reclutó para un programa de creatividad aplicada al manejo de empresas y lo envió a estudiar a Europa. Cuando volvió, se convirtió en una especie de gurú de la Alta Gerencia. Lo perdí de vista durante mucho tiempo. Hace poco me contaron que él estaba loco, que andaba como una cabra. Que lo habían detenido unos agentes de la Policía en su propia casa y lo habían metido al manicomio. Que su ataque de locura empezó cuando descubrió que su esposa estaba enamorada de un trabajador de su empresa y, como dice la gente, se la estaba jugando. Ella llegaba a su casa casi siempre después de la medianoche y se ponía como una leona si él osaba preguntarle algo.

Cuento los episodios principales de la enajenación del maestro apoyándome en un expediente de la Fiscalía General, adonde fue llevado de patas y manos por dos patrulleros de la Policía Nacional, una noche. Un fiscal, después de recibir una denuncia de su esposa, consideró que el maestro Granada era un hombre insensato y peligroso y ordenó su confinamiento. El expediente dice que el sábado 26 de mayo a la una de la mañana, dos patrulleros de la Policía Nacional allanaron el apartamento 101 del bloque 1 de la unidad residencial Quintas del Palmar, situada en la Loma del Escobero, en Envigado. Horas antes, el maestro había sido denunciado ante la Fiscalía por la que entonces era su esposa, por el delito de constreñimiento legal. Ella dijo a las autoridades que él era esquizofrénico y había estado recluido en una clínica psiquiátrica con un nombre extraño: Samain. También manifestó que tenía miedo de que su esposo agrediera a su hijo o atentara contra su propia vida "en una de esas crisis tan peligrosas que le dan". Atendiendo la orden de la Fiscalía, los patrulleros allanaron la casa con el temor de encontrar un loco energúmeno de alta peligrosidad, armado quizás y en posesión ilegal de un menor. Sin embargo, lo que encontraron, según los testimonios recogidos por la fiscal del caso, fue a un padre cariñoso cuidando a su hijo, rodeado de libros, pinturas y esculturas, que según él han sido y serán "sus mejores armas" frente a la vida.

En la fecha del allanamiento, hacía ya tres días que el maestro se había enterado de la infidelidad de su esposa en forma accidental. Movido por la ira y el dolor, llamó por teléfono a varias personas allegadas a ella y les dijo que le dijeran que no se atreviera a ir a la casa. "Si aparece por aquí, ¡yo mato esa hijueputa!" fueron las palabras exactas que él cree que usó ante un fiscal. Fue el comienzo de un largo y difícil proceso judicial. Durante el proceso, el maestro estuvo a punto de enloquecer porque su ex esposa, aconsejada por sus abogados, se empeñó en que lo declararan loco. Es tal vez la parte más perversa de la historia: ella, además de ser su ex esposa, quería ser su albacea. Es decir, quería administrar sus bienes; no los de ella, ni la mitad que ya le había correspondido producto de la separación? Ella era una mujer insaciable: quería administrar también la otra mitad? Yo no soy juez ni abogado, pero pienso que el maestro no estaba tan loco. Apenas se dio cuenta de que ella ya no lo quería, le propuso que se separan. Algo normal, civilizado. Y le entregó en forma voluntaria casi todos sus bienes. Mientras tanto su único hijo iba y venía por la casa, asustado y siempre con ganas de ir al inodoro. El niño tenía miedo: él sí sabía lo que de verdad estaba pasando porque había visto demasiadas cosas.

Al final, se impuso la razón sobre la sinrazón, la justicia sobre la injusticia. Gracias a los testimonios de los rectores de las universidades donde mi amigo trabaja, gracias a las pruebas psicológicas y exámenes de los peritos que logró pasar con éxito, el maestro fue declarado un hombre cuerdo. Se demoraron más de un año.

Pienso que el caso del maestro Granada muestra que lo que llaman violencia de género no es potestad exclusiva de los hombres; que a veces las mujeres pueden ser tan violentas con su pareja como los hombres; que en esta materia, como en muchas otras similares, las diferencias sexuales que hoy los ciudadanos que hablan en forma políticamente correcta llaman diferencias de género, no son más que sofismas, pura mierda, una invención de ciertos movimientos culturales, no de los hombres... que tampoco tenemos la culpa de todas las cosas que esta sociedad injusta hace con las mujeres, a pesar de lo que predican algunas damas del bello sexo... También prueba este caso que el hombre a veces es la mujer que más sufre.

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