Bebo se fue. Se fue el pianista, el arreglista, el gran músico cubano. Para algunos apareció apenas en 2002, acompañando con su piano a Diego El Cigala en su trabajo juntos Lágrimas Negras, pero la historia musical de Dionisio Ramón Valdés Amaro es más larga.
Estudió música en el Conservatorio Municipal de La Habana y trabajó como arreglista para la emisora Radio 1010, propiedad del Partido Comunista, recuerda la agencia de noticias AP.
Fue pianista y arreglista en el Tropicana, a finales de los 40, cuando el club gozaba de fama mundial y su banda viajaba por el mundo. En los 60 dejó Cuba, por su posición contraria al gobierno revolucionario de Fidel Castro.
Pasó por México, donde tocó con el bolerista Lucho Gatica, pero se radicó en Suecia, sin olvidar nunca sus raíces musicales. "Siempre me he inspirado, desde que me fui de Cuba, en el sabor de mi tierra", le dijo en alguna ocasión a AP. Era padre del pianista Chucho Valdés.
Un adiós alegre
"Se ha ido con un público absoluto que le quiere y que le ama y, sobre todo, se ha ido con la calidad de genio que le caracterizaba", dijo a la agencia española Efe el músico Diego El Cigala, calificando su pérdida como "irreparable".
Práctico, musical, jovial y humilde, Bebo ya había manifestado que no quería llanto cuando muriera, sino que lo recordaran bailando.
Desde su exilio en Estocolmo, Valdés mantuvo un silencio musical que rompió en 1994, con Bebo Rides Again, un disco grabado en Alemania. Luego siguieron los documentales El milagro de Candeal y Calle 54 y luego el álbum El Arte del Sabor, que le valió un premio Grammy, galardón que ganaría de nuevo con el trabajo Lágrimas negras.
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