Frentera la gobernadora de Córdoba, Martha Sáenz. No se dejó intimidar de las altas autoridades nacionales del poder público, al denunciar la ola criminal que viene azotando ese departamento.
No pudo apabullarla el Ministro de Defensa cuando la llamó "imprudente" por revelar las alarmantes cifras de asesinatos en esa región. Y menos cuando intentó soslayar la crítica situación de ese departamento, argumentando Rivera que era deber del gobernante mandar mensajes de tranquilidad. En buen romance la tesis del Mindefensa es la de suministrar sedantes, mientras el cáncer hace metástasis en el cuerpo de la región.
El tapen, tapen, fue el escándalo/denuncia en épocas de violencia partidista, cuando una colectividad fanática ejercía la afrenta contra la otra sectaria. La prensa politizada de aquellos tiempos acomodaba los muertos, según conviniera a los intereses electorales que representaba. Fue un remedio -que finalmente se convirtió en tóxico- que catapultó al país a la impunidad y que ahora parece entusiasmar a Rivera para echarle, no solo tierra a las estadísticas de los muertos que la violencia contabiliza, sino lodo al coraje de la denunciante.
Son tal los oídos sordos que presta el ministro de la Defensa a las sindicaciones de la gobernadora, que según ésta, aquel no le pasa al teléfono. ¿Quiere acaso el Ministro enterrar la cabeza como cualquier avestruz para evadir sus responsabilidades de enfrentar con energía la difícil coyuntura cordobesa? ¿O quiere solo escuchar palabras almibaradas para esquivar el ruido del conflicto?
La Seguridad Democrática, herencia que seguimos creyendo debe ser política de Estado, parece archivarse prematuramente. Hasta el Presidente Santos entró en esta danza de minimizar las dramáticas cifras de inseguridad que en aquella región se vive. Regañó a la gobernadora al acusarla de utilizar cifras que no son ciertas. Es decir, más que exagerada, la considera mentirosa. Quizá desmintiéndola trató de ponerle el pesado pie presidencial sobre el liviano de la gobernadora.
Pero la señora Sáenz no se dejó arredrar. Tiene cuero duro. Dio la cara para reafirmarse: "no invento cifras ni muertos", respondió la valiente funcionaria. ¿Entra en la galería de mujeres decididas, sin temor, que en Colombia dan fe de cumplir cabal y celosamente con la misión que se les confiere?
Seguramente su uribismo -si es que a él pertenece- se lo cobran desde el alto gobierno. Les incomoda su franqueza. Les mortifica su desparpajo costeño para decir las cosas sin ambages y sin afeites. ¿Acaso su sinceridad va contra el sahumerio capitalino que ya penetra por algunas rendijas de la Casa de Nariño?
La gobernadora siguió dando la cara. No se arrugó. Confesó, para desilusión de buena parte de la corte presidencial, que cuando Uribe Vélez era presidente, "tenía una comunicación directa y a diario con él". No es nostalgia de lo perdido. Ya eso hace parte de la historia. Es para significar que esos contactos para exponerle la situación de su región, ya no se dan. Hoy abundan filtros que quieren taponar los mensajes de urgencia que llegan a los despachos ministeriales. Así estos se diluyen, se minimizan y hasta se entierran.
En tanto esas paredes se levantan para aislar la interlocución directa, en Córdoba, como en otras regiones del país, la Seguridad Democrática pareciera ser un recuerdo del pasado. "Santos y yo, estamos perdiendo el año en esta materia", exclamó con cierta desilusión e impotencia la dama de hierro.
Mientras todo esto ocurre, los sepultureros cavan fosas. No individuales, sino fosas comunes en donde los nombres de las víctimas quizá solo se conocerán el día de la resurrección de los muertos.
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