En un país como Colombia, con una persistente presencia de violencia a lo largo de su historia política, hay la tendencia a considerar que el tema de la seguridad es un asunto exclusivamente militar.
Sin embargo, hechos nacionales de los últimos días como las cíclicas inundaciones en las regiones ribereñas del país que afectan normalmente a los más pobres y el accidente que puso en el fondo del río Magdalena unas canecas que contienen cianuro, así como hechos internacionales como los huracanes y ciclones que afectan al Caribe y al sur de los Estados Unidos nos ponen el tema de la seguridad en la prioridad de la agenda.
Porque efectivamente la seguridad es estar libre de amenazas en el presente y en el futuro; la amenaza se convierte en riesgo en relación directa a la vulnerabilidad, es decir, mientras más vulnerable se es mayor probabilidad existe de que una amenaza produzca daño en una persona, un grupo social, un país. Las amenazas pueden ser de tipo militar (países hostiles, grupos armados ilegales y de delincuencia organizada, etc.), pero también pueden ser originadas en fenómenos de la naturaleza como lo son los huracanes y ciclones, terremotos, inundaciones, para mencionar solamente algunos.
Pues bien, en el mundo contemporáneo cada vez hay mayor preocupación en prepararse para dar respuestas -preventivas o reactivas- frente a potenciales amenazas y en la medida en que se esté más preparado, disminuye la probabilidad de riesgo o daño.
Es conocida la capacidad que tiene Cuba, por ejemplo, para dar respuestas a los permanentes huracanes y ciclones que hacen presencia en el Caribe, esto hace que la probabilidad de pérdida de vidas humanas se reduzca casi a cero, a pesar de que siga existiendo un alto costo en daños materiales, pero si no hubiera esa preparación, es decir, menor vulnerabilidad, el costo en vidas humanas y daños materiales sería muchísimo mayor.
Igualmente es interesante analizar y contrastar la nula preparación en Estados Unidos frente al huracán Katrina y los terribles daños en New Orleans, con la prevención en este año con evacuación de la población incluida -dos millones de personas evacuaron sus casas en Alabama, Mississippi, Louisiana y Texas, para prevenir los efectos dañinos del huracán Gustav- y los sistemas de apoyo prestos frente a la llegada del huracán, que demuestra la existencia de un proceso de aprendizaje frente a este tipo de amenazas debidas a fenómenos naturales.
Lo anterior evidencia por qué hoy día este ámbito de las nuevas amenazas asociadas a fenómenos naturales es considerado un nuevo campo de misiones para las Fuerzas Armadas -igual que las misiones de paz asociadas a Naciones Unidas- y varios Ejércitos han creado unidades especializadas para la atención de este tipo de amenazas y en el caso mexicano existe uno de los planes de defensa (el DN-3) que específicamente busca dar respuestas a este tipo de amenazas.
En nuestro caso, es hora de comenzar a pensar en la preparación de unidades especializadas en las Fuerzas Armadas para enfrentar este tipo de amenaza; si bien hemos visto a los buzos de la Armada colombiana haciendo un trabajo dispendioso y eficaz para resolver el tema de las canecas de cianuro hundidas en el fondo del río Magdalena, debemos incrementar la preparación de unidades especializadas, e igualmente estamos en mora de que, sin descuidar amenazas como las asociadas a hechos terroristas, se preparen planes de contingencias para enfrentar amenazas como las inundaciones anuales que afectan a nuestros compatriotas más desvalidos y que son altamente previsibles y alrededor de las cuales se deben diseñar planes de respuesta.
Como vemos, el tema de la seguridad va más allá de las derivadas de amenazas militares y requiere preparaciones adecuadas para enfrentarlas y neutralizarlas.
*Profesor Universidad Nacional
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