No importa si se visten como ellos o no. Pero ahí van. O ahí vamos.
Absortos. Nada los disturba. Sus manos en el teclado virtual. Los oídos para los audífonos. No escuchan, no conocen su entorno, miran pero no ven. No modulan.
Andan por la calle entre el tráfico pesado, están en el salón de clase, o en el sitio de trabajo. En el cuarto o en el comedor. No importa.
Todos iguales. Son o somos los zombis modernos. Muertos en vida. El celular, la tableta, el computador, el videojuego, los mensajes de texto, el chat, el GPS.
No son unos cuantos. Son decenas de miles. Millones, de todas las edades. En todos los lugares. Muertos vivientes. La tecnología domina. Aún sin usar dispositivos, Facebook, Twitter, Google y Microsoft determinan la rutina diaria.
"No me asustan los zombis. Estoy es asustado por una sociedad que se muestra controlada y dominada como un zombi, sin preguntarse cuestiones importantes. Eso es lo que no me deja dormir". Nos lo decía vía mail Nick Pearce, doctor en Sociología, profesor en Durham University, estudioso del fenómeno.
Zombis por todos lados. Muertos vivientes. Los que nos reducimos a la tecnología, y esos que (como los hay en nuestra ciudad) se visten y actúan como los zombis de George Romero en La Noche de los Muertos Vivientes.
El fenómeno permea todos los campos. David Cuen, en su blog en la BBC, habla del avance de empresas zombis que apenas pueden pagar los intereses de sus deudas. Están muertas en vida. Y estudios relacionan ya el estado de la economía con la producción cultural de los zombis.
Asusta. Están por todos lados. O lo estamos. Es irónico, dice Pearce, que esos zombis caminen co-ordinados por las nuevas tecnologías. Utilizan la magia del vudú (tecnología) para hacerse zombis.
No vivimos la era de la información. No. Estamos en la sociedad de los zombis. Todos iguales, uniformados para no perder nuestra personalidad. Marchamos al unísono desde que nos levantamos.
Suena el despertador. ¿Perdimos control en la noche? A revisar el teléfono inteligente que dirige nuestra inteligencia. Primer mensaje del día. El baño. Los audífonos. ¡Auxilio, se me descargó…
Un nuevo día en la muerte de los muertos vivientes. No se puede pensar. Vamos, un... dos... tres... un... dos...
Maullido: ahí estaba el gato encerrado de los TLC: poner a mendigar el sector agropecuario.
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