Diversificar para solventarse. A cinco minutos de Fredonia se cultiva tomate. También aguacate, ají y mandarina. Y más.
No es común, en esa región del Suroeste, encontrar tomate en invernadero. En la Hacienda Vizcaya es posible.
"La tierra tiene capacidad para cualquier cultivo", expresa convencido Bernardo Gallego Restrepo, quien le cedió ya el manejo a su hijo.
Está convencido, como también de que el agro nacional no está protegido ni cuenta con el respaldo suficiente.
La financiación es el primer problema. Con decir que los plazos no corresponden con los ciclos del cultivo. Y los desembolsos no son los adecuados.
Segundo inconveniente: el mercadeo. No es fácil luchar con los intermediarios.
Gallego Restrepo tuvo café, pero por el agua y la escasez de recolectores abandonó el grano.
Tuvo ganadería intensiva, 10 cabezas por cuadra, pero la falta de regulación fue un obstáculo. Cultivó heliconias y produjo miel también.
Hoy la finca está dedicada a productos de gran aceptación y consumo, con un crédito asimismo algo más fácil.
"Aguacate da hoy todo el año, en todos los climas. Antes era una sola cosecha anual y la gente lo consume mucho".
El tomate, ni se diga. Y la mandarina oneco es apetecida. Y tiene también lulo, ají, pepinillo.
La finca da empleo a 12 personas y se contratan recolectores según la cosecha, en especial mujeres para apoyarlas. Todos con las debidas prestaciones.
Juan Carlos Monsalve, uno de los trabajadores, precisa que son más de 11.000 matas de tomate en dos invernaderos (se construye la prolongación del segundo), 9 hectáreas de aguacate y 12,2 de cítricos.
La finca está situada camino a Puente Iglesias, en una región donde el clima se hace de a poco más templado y se insinúan las laderas que dan hacia el Cauca, una región que está encontrando su vocación en el turismo y en el cultivo de los cítricos.
Un informe de la Secretaría de Agricultura dice que en Fredonia 322 hectáreas son aptas para mandarina y naranja.
La hacienda está dividida por la carretera y tiene varias fincas vecinas, ninguna sembrada a la manera como se hace en Vizcaya.
Gallego Restrepo cree que diversificar ayuda a mantenerse, pero que cada región debería especializarse en algo, de acuerdo con una vocación y las posibilidades que definan estudios, que en el medio no son comunes.
La especialización permitiría mirar hacia los mercados externos, que con la globalización demandan grandes cantidades de los productos, que un solo productor con su finca no puede atender.
Vizcaya es una muestra de que se puede poner a producir la tierra, de modo que genere recursos y empleo.
Los nacimientos de agua son protegidos con buena vegetación y todos los cultivos cuentan con el debido sistema de riego.
Al tomate, indica Monsalve, se le sacan de 8 a 9 racimos en los siete meses que dura la mata.
Cada una da en promedio cinco kilos y pese a ser un cultivo de alto consumo de químicos, es una buena alternativa, no muy común en estas tierras.
Tampoco lo era la mandarina. El Anuario Agropecuario de Antioquia hablaba en 2005 de casi 100 hectáreas sembradas de la oneco en el Suroeste, y Fredonia no contaba entonces.
En la zona alta de la montaña, rememora Gallego Restrepo, da de todo. Incluso hubo hasta sembrados de espárragos alguna vez.
La tierra, da, aunque se requieren mejores condiciones, como una política clara de Estado en materia agrícola. "Acá se siembra por modas", precisa.
Lo cierto es que el consumo ha aumentado, la gente hoy, aunque le falta, come mejor y tiene mayor poder adquisitivo. Ni qué decir del mundo, urgido de alimentos, lo que justificaría pensar en la exportación en grande.
"El país es de vocación agropecuaria", recuerda Gallego Restrepo.
En un rincón de Fredonia, la tierra da lo que le piden. Con esfuerzo y salvando contratiempos, pero produce. Y de eso se trata.
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