El 11 esperábamos la fecha y lugar de la canonización de la Madre Laura, primera santa colombiana.
Recibimos la noticia. Pero hubo otra que sacudió al mundo: el anuncio del Papa Benedicto XVI de que dejará de ser el Pontífice de los católicos, el 28 de febrero a las ocho de la noche.
Ha habido muchas opiniones, algunas destempladas, de personas ajenas al Catolicismo que no han profundizado en lo duro que es ser el líder de millones de seres. Sobre creencias religiosas y sus particularidades no se debería discutir. Eso pertenece al fuero interno de cada persona.
Quienes hablan sin profundizar y sin respetar, en este caso a los católicos, más bien deberían destacar el desapego y madurez que ha de tener un ser humano para retirarse de un cargo porque su responsabilidad le dice que está sin fuerzas y prefiere que su sucesor continúe la tarea de dirigir su Iglesia, con todas sus complejidades.
Los críticos gratuitos del Catolicismo se quedan en temas dolorosos de los que no está exento ningún credo religioso ni ningún ateo. Me refiero a la pederastia. Ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Benedicto XVI ha pedido perdón por los sacerdotes que han abusado de niños y los ha suspendido de sus tareas pastorales.
Pero además ha reivindicado a los judíos, promovido el ecumenismo y escrito los más bellos textos sobre el deber ser del cristiano.
Por razones de mi oficio, cada año estudié su mensaje a los comunicadores y medios de divulgación.
Si siguiéramos sus reflexiones, habría un trabajo más responsable en el uso de la palabra y de la imagen. Lástima que pocos leamos y practiquemos lo que ellas nos plantean.
Los medios son educación no formal y, por tanto, más sutil. Informan y al hacerlo forman o deforman y, de todos modos, transforman a sus audiencias para bien o para mal.
Dichos mensajes de Benedicto XVI servirían a toda la comunidad humana y construirían un mundo mejor.
Con pocas excepciones, los medios promueven antivalores como el hedonismo, el consumismo, el sexo irresponsable, lo ligero o "light", el éxito basado en el tener más y no en el ser más, (sin importar el cómo), el egoísmo, la cosificación de la mujer, el desprecio por la vida digna y el morbo.
Podría seguir mencionando antivalores masificados... Llamo a la confrontación de cada comunicador con su conciencia y el sentido de su propia responsabilidad.
Benedicto XVI es un hombre tímido, un humanista que ha dedicado su vida al estudio. Carece del carisma que tuvo Juan Pablo II, pero fue uno de sus asesores y ha escrito libros profundos y de fácil lectura, una combinación que pocos logran.
También siempre ha tenido a Colombia entre sus grandes preocupaciones y desde la oración seguirá pensando en este país lleno de potencialidades pero también de violencias e inequidades que hay que eliminar si queremos arrancar en firme por la senda del progreso en un marco de dignidad.
Él y la Madre Laura, a quien en 1949 mi padre, Fernando, visualizó en los altares y lo describió en una sentida semblanza, nos ayudarán a orientarnos por donde debe ser.
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