En el acto de perdón y reconocimiento que ayer hizo el golfista Tiger Woods podría haber algo de cada uno de nosotros. Su valentía. Su coraje para dar la cara ante el mundo que antes lo ovacionó y lo puso como ejemplo y ahora lo mira distinto. Su humildad para reconocer sus errores y su voluntad de enmienda ante su familia podrían ser parte del juego de la vida en la que estamos todos y de la cual nos falta por jugar muchos "hoyos".
Tiger, uno de los más grandes golfistas del mundo, mordió el anzuelo que siempre trae la fama, pero está dispuesto a no quedarse atrapado en el pasado y ojalá se le despeje su futuro. Como persona y como deportista.
Pico y Placa Medellín
viernes
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