Ambos homicidios constituyen una condenable infracción al Derecho Internacional Humanitario (DIH), dado que los uniformados, sin portar armas, habían sido secuestrados y reducidos por sus agresores, y al momento de su ejecución, nada menos que cobarde, se encontraban "fuera de combate"; es decir, en absoluto estado de indefensión.
Ya el presidente observó que este acto bárbaro no puede quedar impune. Agregaríamos que, además, si el Estado colombiano es incapaz de juzgarlo, se debe garantizar que sus autores pasen a jurisdicción de la Corte Penal Internacional (CPI), para que se les procese por lo que es, a todas luces, un crimen de guerra, dado que infringe los Convenios de Ginebra y porque viola las leyes de guerra vigentes internacionalmente.
Los detalles del informe in situ de la Fiscalía, divulgados por medios periodísticos, especifican además que el patrullero Edílmer Muñoz Ortiz fue degollado por sus captores, quienes eran, según informes policiales preliminares, alias "Yomba", "Tachuela" y "Ferney", integrantes de la columna Daniel Aldana de las Farc.
Esta abominable matanza ocurrió en zona rural del municipio de Tumaco (Nariño), en donde los agentes habían sido secuestrados desde el sábado 15 de marzo, cuando cumplían labores de policía comunitaria, sin portar armas.
Las Farc completan así, durante los últimos cuatro meses, un cuadro despreciable de acciones de lesa humanidad y de atrocidad contra civiles y combatientes de las tropas oficiales:
Pusieron explosivos en Inzá (Cauca) y Pradera (Valle), en dos automotores ubicados en zonas de habitación, tránsito y actividad comercial. Allí mataron a tres civiles, cinco soldados y un policía. Además, se les sindica de la reciente bomba en las afueras de un supermercado, en Quibdó (Chocó), donde asesinaron a otros cinco civiles.
Es imposible sustraerse a estos hechos y además no preguntarse qué utilidad y sentido tiene negociar en La Habana (Cuba) con un grupo que no cesa de refrendar su condición de terrorista. Una organización que a los deseos de paz del pueblo colombiano les responde con bombazos y fusilamientos asqueantes de policías y soldados. Actos desprovistos de cualquier ética y honor militares, apenas expresiones de mentes enfermas cuya guerra irregular no conoce límites ni códigos.
Anteayer, este diario registró también la lumpenización, por ejemplo, del frente 57, dedicado al tráfico de cocaína y a la minería criminal, cuyo jefe alias "Silver" (abatido en un bombardeo) se comportaba como cualquier mafioso extravagante. ¿Qué les queda a las Farc de principios y sustento políticos? ¿Qué esperar de un grupo en tal estado de descomposición? A juzgar por esta relación de conductas de la más abyecta inclinación, nada.
Creemos en el diálogo y en la paz, pero no a cualquier precio ni con interlocutores que parecieran estar interesados en rebajarse a los peores modelos políticos y militares, los de organizaciones inescrupulosas, ajenas al ideal de respeto a la humanidad de sus compatriotas. Que las Farc pasen al frente y expliquen tal barbarie, para ver si entendemos por qué vale la pena mantener el esfuerzo de negociar el fin del conflicto armado con ellas.
ANTES DE SEÑALAR RESPONSABLES, HAY QUE ESCUCHAR A LA GUERRILLA
Por CARLOS LOZANO GUILLÉN
Miembro del Partido Comunista y Director del Semanario Voz
Sería bueno escuchar el planteamiento de las Farc, para ver qué dicen al respecto. Suele ocurrir que cada vez que suceden estos hechos trágicos y repudiables, de inmediato se le atribuyen a las Farc. No necesariamente tiene que ser así.
Entonces, creo que lo primero es escuchar a las Farc: ¿qué dicen al respecto?, ¿qué pronunciamiento hacen? Por supuesto, este es un acto repudiable, quien lo haya hecho. No se puede afectar a alguien así. Pero en aras del proceso de paz, de que no se vaya a alterar la mesa de diálogo, es mejor que se obre con cautela por parte de las autoridades y no pretender, antes de que se adelanten las investigaciones, señalar responsables. Ahora, no creo que esto afecte los diálogos porque quien no ha permitido el cese el fuego y la disminución de la intensidad del conflicto es el Gobierno, el mismo que ha preferido buscar la paz en medio de la guerra.
Entonces, ningún hecho, por muy trágico que sea, debe afectar el proceso de paz. No afectó la paz la muerte de ‘Cano’, ni ninguno de sus jefes ni de tantos guerrilleros que fueron bombardeados, incluso estando en la tregua de diciembre. Estos hechos deben llevar a unos acuerdos humanitarios mínimos, para respetar el DIH, y en lo posible lograr un cese el fuego y una tregua bilateral que garanticen la disminución de la intensidad del conflicto.