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LIBERTAD ENCIMA DE UNA MOTO

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07 de noviembre de 2012
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Así como los caballeros andantes de siglos pasados tenían su caballo alazán o al menos su noble burrito para ir por el mundo y enmendar entuertos, conquistar doncellas o imperios; los caballeros de hoy, los ciudadanos que quieren acortar distancias, economizar, sentir el viento de la vida, tienen su versión moderna del caballo en una moto.

No es lo mismo escapar de la ciudad en un carro, así se abran todas las ventanillas; ni en una bicicleta porque pedalear pone los límites; en cambio, cuando se viaja en una motocicleta se cree que es posible volar. Una moto es sinónimo de libertad; tal vez por eso, cuando Ernesto Guevara y su amigo Alberto Granado planeaban su viaje por nuestra "Mayúscula América", no se lo imaginaron en bus, lo planearon en moto, en la Poderosa. "Todo lo trascendente de nuestra empresa se nos escapaba en ese momento, sólo veíamos el polvo del camino y nosotros sobre la moto devorando kilómetros en la fuga hacia el norte", escribió el Che en sus notas de viaje.

Lo curioso es que así como un caballo puede ser el cómplice en una batalla, también puede usarse para llevar madera o escombros de un lugar otro. De la misma forma las motos de nuestros días, más que pregoneras de libertad, son el complemento perfecto para un servicio de mensajería o para otros oficios que sólo ven en ella un asunto utilitarista.

Las motos han perdido estima. Los estruendos de motor, las sombras aceleradas asustan a los transeúntes. Desde la época del narcotráfico, cuando Pablo Escobar vivía, los motociclistas empezaron a ser estigmatizados por culpa del olor a plomo que dejaban en los semáforos. Todavía hoy muchos temen que una moto pase al lado.

No he conocido, por ejemplo, a ninguna madre que se alegre porque su hijo compró una. De entrada pronuncian frases drásticas como: "Ahora que compró esa moto, reserve para el ataúd" o "si tuvo plata para comprarla, espero que tenga para que pague el hospital".

Las preocupaciones de las madres son válidas si consideramos las cifras de accidentalidad en Medellín. Según un informe publicado el 5 de noviembre por este diario, de los 37.585 accidentes, 19.419 comprometieron a motociclistas. La imprudencia de muchos no tiene límites: zigzaguean sin control, hacen cruces indebidos, adelantan por donde no se debe, sobrepasan los límites de velocidad y algunos olvidan que el casco es para la cabeza y no para los codos.

Una motocicleta podría ser un medio de transporte estupendo y más en una ciudad como Medellín donde el clima es agradable y los carros ya no caben.

Ojalá sirva de algo esta Semana del Motociclista en la cual se quiere sensibilizar a la ciudadanía sobre el respeto al motorizado y, a éste, en el manejo prudente y cuidadoso de su vehículo. Yo estoy seguro de que hoy todavía es posible empezar, con mesura, una aventura encima de una moto.

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