Una de las embajadas de Israel en Suramérica envía un correo electrónico con las fotos del "armamento" decomisado a los viajeros de los seis barcos que formaban la "flotilla de la libertad", liderada por la organización Free Gaza . Se trata de un manojo de unos 30 cuchillos que puede adquirirse en cualquier tenderete del tercer mundo.
En las imágenes, incluso, se observa un serrucho. Además, palos y garrotes. ¡Vaya decomiso, un arsenal para Hamas!
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sale a decirle al mundo que la operación desplegada especialmente contra el barco Mavi Marmara pretendía detener "una acción dirigida por terroristas afiliados a Hamas. No era el Crucero del Amor".
Un chiste pesado y flojo del señor Netanyahu para referirse a la masacre de nueve activistas civiles por parte del Ejército de Israel.
Además de alimentos para sortear el bloqueo de suministros que Israel mantiene contra la Franja de Gaza, los barcos transportaban sillas de ruedas, instrumental médico, menaje básico para los hogares de los refugiados palestinos y cemento para reparar las edificaciones arrasadas por Israel con su implacable operación Plomo Fundido, entre diciembre de 2008 y enero de 2009.
Percibo que cada vez es mayor la brutalidad que la eficacia de las fuerzas armadas israelíes. Lo que están haciendo es un deshonor para su tradición militar, la misma de grandes hombres de la guerra y de la paz como Yitzhak Rabin. No hay nada de quirúrgico ni de planificado ni de preventivo en asesinar a casi una decena de cooperantes en aguas internacionales, algunos asustados y armados con palos y cuchillos contra un ejército de visores nocturnos, fusiles de asalto, intercomunicadores, chalecos antibalas y respaldo aéreo y naval.
Uno puede hacerse mil preguntas para entender el cúmulo de desconfianzas de Israel en torno a su seguridad y el cuidado de sus ciudadanos. Conozco de cerca el valor sagrado que tiene la vida de su gente para los israelíes, su religioso cooperativismo para impedir que alguien agreda a los suyos. La historia les da razones. Pero es esa misma historia, y su evolución, la que no los excusa de cumplir con principios básicos de autorregulación militar y respeto a la vida de un pueblo al que hoy atenaza sin misericordia.
Es una vergüenza militar que el Ejército de Israel no haya sido capaz de controlar la situación de pánico y de repudio que generó en el barco Mavi Marmara y que sus soldados dispararan a quemarropa contra activistas humanitarios. Pudo haberse evitado esa operación a oscuras, errática e indiscriminada. Desigual, sangrienta y condenable.
La torpeza política de la extrema derecha en el gobierno de Israel está estimulando la brutalidad y los yerros de su Ejército, otrora tan inteligente y altivo. Pero son sobre todo la obsesiva humillación de la gente palestina de Gaza y el asfixiante cerco militar, los que nos convencen a muchos, sin dudar, de que Israel no tiene la razón. Lo peor es que Israel desestima el odio engendrado por su opresión y su soberbia, tan reprochables.
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