Hay varios casos probados en los que los ilegales han lanzado cilindros-bomba que contienen restos de estiércol. El templo de Bojayá, en el Atrato, y la gente que allí se refugiaba, fueron impactados por pedazos de metal que habían sido rociados con heces de guerrilleros de las Farc y luego secados al sol.
Anteayer, en el Sur de Bolívar, el Ejército denunció de nuevo el uso de cilindros y metralla cubiertos con remanentes de deposiciones de insurgentes, otra vez de las Farc, según la denuncia, contra erradicadores de matas de coca. Hubo un muerto y 11 heridos, entre ellos tres graves. Se presumen las graves infecciones que producen tales artefactos. Y, al tiempo, se descubre la degradación a la que han llegado los insurgentes, cuya causa y acción deformadas nos huelen tan mal...
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