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LOS SECRETOS DE LOS CASTAÑO (I)

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09 de febrero de 2013
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Voy a compartir a los lectores apartes de la historia de algunos de los hermanos de un clan familiar que atravesó la historia reciente del conflicto armado colombiano y sus ramificaciones en el narcotráfico, según lo señalan informes de organismos de seguridad, investigadores judiciales y otras fuentes en Colombia y Estados Unidos.

Se trata de una serie de hechos que retratan, en parte, un país de traiciones, de mutuas depredaciones y de capítulos casi inverosímiles de odios paranoicos. De repeticiones contemporáneas de los pasajes bíblicos de Caín y Abel. Pretendo dar cuenta de la realidad, para que ustedes construyan, a su manera, una opinión encaminada a sanar los rencores que en Colombia agrietan y enfrentan a familias, comunidades, regiones y gente de todos los estratos sociales e ideologías. Aquí va este recuento, que más adelante tomará la forma de un libro, apoyado en fuentes que vivieron de primera mano y en primera fila estas revelaciones. Solo ahora que la señora madre de los Castaño se ha ido a su descanso eterno, tras años de sufrimiento y silencio, una de las fuentes ha creído prudente que se sepan estos episodios tan aleccionadores y reveladores de la condición humana y de los desvaríos que le ha traído a esta nación un conflicto que queremos ver terminado:

A mediados de los noventa, Carlos Castaño, quien años más tarde sería el jefe visible de los paramilitares agrupados en la confederación de facciones denominada Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), llegó a una casa de religiosos católicos en el centro de Medellín, para contarles a dos sacerdotes que su hermano Fidel Castaño, exsocio de Pablo Escobar Gaviria y fundador de las autodefensas de Córdoba y Urabá, había muerto. Castaño (Carlos) vestía traje y corbata. Llevaba consigo, como acostumbraba, un maletín con documentos en clave de sus actividades en las ligas del paramilitarismo en Urabá y el Magdalena Medio.

Estaba estresado. Algo nervioso, recuerda alguien que lo acompañó en aquella jornada, de paso por la capital paisa. Su rostro de tensión y malestar se ahondó cuando sintió que los dos pastores que escucharon su relato sobre la muerte de su hermano se quedaron callados y se miraron mutuamente, sin decir una sola palabra, en un gesto de cierta incredulidad.

Los religiosos conocían a la familia Castaño de tiempo atrás y en particular a Fidel, quien había mantenido el liderazgo y ascendencia dentro del clan. Las palabras de Carlos les sonaron erráticas. Salidas de una mueca insegura y carente de credibilidad. Había empezado la pesadilla que lo atormentó hasta el último de sus días...

Próxima semana: de cómo Carlos Castaño mandó matar a Fidel. Y le echó marihuana al cigarro de un cura para ‘confesarlo’.

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