Qué le diría Rosita a Marcela Díaz si pudiera hablar?... tal vez "gracias, porque llegué a tu lado temerosa, triste, con el cuerpo lleno de hematomas de tanto recibir golpes en la calle y con miedo de la gente, pero tú me ayudaste, me abrigaste a tu pecho y me salvaste de la muerte, porque me iban a cortar la vida...".
O a lo mejor nada, callaría o gemiría, como todos los perros, y le lamería la cara, como les encanta hacerlo con los humanos que les dan ternura.
Marcela, abrazada a esta perrita de raza beagle a la que una entidad protectora de animales rescató de las calles y la vio en tan mala condición que le iba a aplicar la inyección de la muerte, afirma que su felicidad más grande es saber que esta perrita está viva y que deambula por su casa contenta y con menos miedo de la gente.
Hace tres años, la vida de esta bella mujer de menos de 30 años era normal. Hija de unos padres muy tradicionales y que le inculcaron los mejores valores, ejercía de médica. En 2007, su padre murió y un tiempo después ella se vio sin empleo.
-No tenía mucho en qué ocuparme, pero yo sabía que quería hacer algo grande, humanitario y de servicio-, responde Marcela.
Y algún día, de puro desocupe, con otras amigas le dio por montar un perrito enfermo en Facebook, buscando alguien que lo adoptara. La sorpresa fue grande cuando a las pocas horas resultaron miles de personas dispuestas a llevarse el animal.
-Ahí descubrí que las redes sociales servían y entonces empecé a conseguir amigos, después nació Orca-.
Orca es la sigla de la Organización por el Respeto y Cuidado de los Animales, hoy por hoy la fundación defensora de esta causa de más reconocimiento en Medellín. Y de ella, la líder principal es Marcela Díaz, una mujer plena de juventud, llena de entusiasmo y con una ternura a flor de piel que aflora a todo instante, en especial cuando carga a las cinco mascotas que tiene en casa: cuatro perros y un gato, todos llegados a ella en condición de enfermedad y abandono, excepto Paco, un french poodle negro que le regaló su papá, Heriberto, cuando estaba vivo.
Ser la cabeza de este grupo defensor de los animales indefensos no es algo sencillo. A Marcela le significa sacrificios, dedicar las pocas horas de las noches a las tareas de Orca y prácticamente no tener un solo fin de semana para divertirse, para estar de paseo o descansando con su novio Yader Corredor y su madre Betsabé, que la entienden y le soportan todos esos abandonos.
-Yo trabajo en medicina, en la rama administrativa, y llego en la noche. Me queda poco tiempo libre, pero se lo dedico a esto. De las que empezamos, casi todas emigraron y sólo queda Juliana Correa, pero han llegado otras y otros, esto es de amor y sacrificio-.
El "pago" del amor
Pero la recompensa está ahí. Se la dan Maggie, una bulldog a la que le falta una pierna y tiene que arrastrarse por el suelo como un reptil, pero que la lame todo el tiempo y cuya agresividad con los que llegan a su casa, en Laureles, es de cero.
Esa misma "paga" también se la ofrecen Apple, una french poodle blanca que no es tan contemplada pero que le da sus raticos de alboroto. Se la ofrece Paco, el que su padre le dejó de herencia; Liza, la gatica que casi no pude caminar, y Rosita, que fue la que cambió su vida.
-Aunque antes de ella tuve a Tolita, una beagle que llegó a mi vida sin dientes y en muy mala condición-.
Tolita ya murió, pero si hubiera podido hablar a lo mejor, como Rosita, le habría dado las gracias por haberla salvado de la muerte, "pues me iban a sacrificar porque ya no les servía a los amos para criar, que fue para lo único que me tuvieron, siempre encerrada en una jaula, la cual de tanto morderla acabó con mis dientes".
Además de que perdió algunos novios que no la entendieron y de tener que enfrascarse muchas veces en discusiones estériles e inútiles sobre porqué defender animales y no la vida de las personas, Marcela sabe que le será imposible abandonar esta causa.
-A veces uno piensa, ¡huy! cómo seguir-, pero la lealtad y ternura de tantos animales con los que comparte y la necesidad de seguir luchando por ellos, porque se acaben la tauromaquia y el maltrato a perros, gatos y caballos, la empujan a no cerrar Orca sino a darle más fuerza.
Ella no sabe cuánta gente arrastra su causa. El 6 de febrero comprobó que es una fuerza infrenable, pues una masa humana marchó por las calles rechazando el crimen que varios policías cometieron contra una perrita.
Fue Orca la que convocó a la caminata. Y a su cabeza estuvo esta mujer, que este martes 8 de marzo, cuando se celebre el Día Mundial de la Mujer, podrá exhibir con orgullo su credencial humanitaria, esa del valor de luchar por el ser más indefenso, "el más leal y el más agradecido", según sus palabras.
De allí su sacrificio, tanta entrega de Marcela, con cuya labor se han salvado de sufrir y morir más de 850 perros y gatos en estado de miseria, "y eso me ha hecho más espiritual, el contacto con ellos le dio sentido a mi vida", dice esta doctora que regala su juventud a cambio de la lealtad de un animal. De nada más...
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