Le tocó al papá. Diana Arismendy se asomó al mediodía y supo lo que iba a pasar. Entonces llamó al papá, Gabriel, y a él le tocó la fila, desde las 2:00 p.m.
"Esto no lo hago ni por mí", dijo él. Estaba preparado con su silla negra y desde la 6:00 P.M. lo acompañaban sus dos hijas, listas para esperar lo que faltaba: solo hasta las 12 de la noche, como cual cenicientas, pero al revés, cambiarían su celular viejo, "esta carcacha", por un iPhone 5.
"Vale la pena. Es más moderno, diferente y tiene muchas funciones bacanas", señaló Diana. Aunque la espera no empezó en la tarde. Días atrás ya había estado llamando a la línea de su operador a preguntar cómo iba a hacer, el precio y a qué horas tenía que llegar.
"Es que han dicho que son unidades limitadas y yo ya quería cambiar. Entonces me tocaría esperar mucho sino vengo hoy (ayer)".
Sin embargo, ella no fue la única que hacía fila. En Oviedo la gente le daba la vuelta al local de Tigo y en Sao Paulo, con Claro, no había mucha diferencia. Muchos ansiosos, dispuestos a la espera.
"Es que Apple es Apple", señaló Daniel Vélez. Aunque él si estaba viendo complicado lo del turno y, después de preguntar su caso puntual, lo iba a pensar. Más de cien, quizá hasta 200, antes de él.
"Yo espero hasta las 12:00 y hasta las 2:00, no importa. Simplemente por la felicidad y por mejorar. Además sale muy barato. Es un sacrificio que uno tiene que hacer", expresó Sebastián Castro.
Gomosos que ven en el nuevo iPhone un objeto del deseo. Algunas voces de protesta porque se va haciendo desorden, porque llegaron tarde, escucharon otras cosas, querían comprar dos y solo les dieron un ficho, dijeron algo y luego otra cosa. Sin embargo, ahí se quedaron. De que el iPhone 5 se lo llevan a casa en su bolso, se lo llevan.
Gabriel tiene la palabra. "Esto es una locura, pero es por amor".
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