Recientemente Medellín fue calificada por el Departamento Nacional de Planeación, DNP, como una ciudad capital con excelente desempeño fiscal, esto le ha significado en el último bienio el honroso primer lugar en el manejo de sus finanzas públicas y contables.
El DNP basa sus resultados y posterior ranquin en un indicador sintético, el cual usa complicadas metodologías estadísticas, pero que no incluye un análisis juicioso de las finanzas municipales de la ciudad. En consecuencia, al estudiar con mayor detalle la información estadística sobre ingreso (total y corriente) y gasto del municipio encontramos que Medellín no es exactamente un ejemplo de desempeño fiscal.
Un trabajo realizado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia ("Medellín, ¿Ejemplo de Desempeño Fiscal? Una Evaluación del Comportamiento de la Finanzas Públicas Municipales 2000-2006") proporciona elementos para cuestionar los resultados del DNP.
Evaluar el desempeño fiscal de una entidad requiere analizar la eficiencia del gasto público y la inversión, en especial, evaluar si el gasto de funcionamiento puede ser cubierto con recursos propios y la inversión social financiada con las transferencias del gobierno (el escenario ideal).
La evaluación hecha por el DNP requiere la aplicación de múltiples indicadores; en algunos, todo hay que decirlo, Medellín sale bien librada. Sin embargo, un análisis exhaustivo de gastos e ingresos totales indica que los primeros han crecido excesivamente desde 2002 y que aunque los ingresos totales muestran un crecimiento similar al gasto total, los ingresos corrientes tienen una evolución mucho más moderada que los totales, y son, de hecho, inferiores al gasto corrientes, implicando, claro está, un ahorro real negativo en los últimos lustros.
La evidencia señala que el desfase entre ingreso tributario y gasto corriente es financiado con ingresos transitorios, inestables y dependientes, en alguna medida, del ciclo económico, que por cierto comienza a ser dramáticamente descendente y con una expectativa no muy halagüeña para el mediano plazo. En otros términos, los ingresos totales no están determinados por el esfuerzo fiscal municipal y dependen de recursos extraordinarios como las transferencias de EPM, bastante onerosas en años recientes, las cuales son destinadas a inversión social (como becas para educación superior).
Para finalizar, dos reflexiones. La primera es que la sostenibilidad y desempeño fiscal deben depender de ingresos relativamente estables, como por ejemplo los tributarios, y no de ingresos sujetos al ciclo económico o al clima, pues dependiendo del entorno los ingresos totales pueden no ser los esperados y, entre otras cosas, podría deteriorarse la capacidad de endeudamiento del municipio (lo que usualmente disgusta a Duff & Phelps).
Segundo, en vista de la inminente caída en la tasa de crecimiento de la economía colombiana para el próximo bienio, es un buen momento para analizar hasta dónde es pertinente que las empresas descentralizadas financien inversión social, quizá a costa de poner en riesgo su expansión y competitividad en especial en época de turbulencia económica.
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