Satanizadas por muchos en la vía, y por desgracia involucradas en las cuentas de la Secretaría de Tránsito de Medellín en 9.294 accidentes en lo que va de 2011; con 82 muertos y 7.249 heridos. Pese a ello, las motocicletas siguen siendo una opción en franco crecimiento, como herramienta de trabajo y respuesta de movilidad en una ciudad cada vez más saturada y con evidentes disparidades en lo social.
En los últimos años, según cifras de un estudio de la Universidad de Los Andes, la cantidad de motos en el país ha aumentado en un 77 por ciento. En la actualidad alrededor de tres millones de colombianos con ingresos entre uno y tres salarios mínimos, conducen una moto como medio de transporte y autonomía, pero además como instrumento para potenciar su trabajo y aprovechar sus recursos.
En Medellín, según el número de matrículas registradas, circulan por lo menos 26.313 motos, algo así como decir que hay una por cada siete automóviles.
Grandes ventajas
Entre los automotores, la moto es sin lugar a dudas la forma de transporte más económica, de fácil manejo, versátil y eficiente, y menos dañina para el medio ambiente.
Una moto nueva se puede adquirir desde los dos millones de pesos, lo que es cerca de una octava parte del valor del carro nuevo más económico en el mercado. Esta consideración, sumada a las notables diferencias entre motos y carros en consumo de combustible, mantenimiento e impuestos, la consolidan como generadora de economía antes que un lujo.
Para diversas formas de mensajería, la moto constituye una herramienta de trabajo al punto que muchas veces se convierte en requisito para aspirar a un empleo de ese tipo. Fabricantes e importadores estiman que en el país más de 1'237.300 personas dependen de manera directa o indirecta del uso de la moto, lo que es el 6,5 por ciento del empleo nacional.
La vida: reparo considerable
La moto, comparada con el carro tiene pocas desventajas: quizá el confort, la capacidad de carga y en algunos casos la velocidad. Sin embargo una sola amerita en sí una especial reflexión, y es que en ningún otro medio de transporte la integridad está tan expuesta en caso de presentarse un accidente.
El cuerpo, endeble contenedor de la vida humana, enfrenta la dureza del suelo en caso de una caída o, en una colisión, a máquinas de metal cuya potencia llega a mover toneladas a más de 100 kilómetros por hora.
Sí, el motociclista expone su vida a un riesgo mayor que cualquier conductor desde que está en movimiento. Es por eso que ningún esfuerzo sobra por conservar la seguridad del motociclista.
Conocidas ya las cifras de accidentalidad y mortalidad relacionadas con la conducción de moto, queda mucho por hacer en materia de prevención y cultura.
Según señala el Fondo de Prevención Vial, en Colombia el 44 por ciento de los conductores de moto han aprendido el manejo a través de un familiar o conocido; en un 42 por ciento de los casos lo han hecho por sí mismos, y tan solo el 14 por ciento han tomado curso en escuelas de conducción acreditadas.
Sin embargo este vacío en la formación es apenas una consideración inicial sobre las motos y la accidentalidad. Queda abierta la mirada a los matices diversos de la movilidad en moto, todo un fenómeno social y urbano en pleno desarrollo.
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