Al pie de la majestuosa estatua a la Madre Patria en la ciudad de Volgogrado en Rusia, ciudad llamada Tsaritsa por los Tártaros y Stalingrado durante parte del siglo XX, en donde se vivió la más sangrienta batalla de la historia que dio inicio a la derrota del ejército alemán en la segunda guerra mundial, medito en todo el pasado lleno de convulsiones que ha vivido esta región y su vecina Ucrania, la que perteneció desde tiempos inmemoriales a Rusia y fue solo después de la primera guerra mundial, donde se empezaron a delinear sus fronteras actuales.
Tras la disolución de la Unión Soviética, Ucrania se convirtió en esa inmensidad que separa a Rusia de Occidente, dándole un espacio vital y una garantía de seguridad, por la que Rusia está dispuesta a luchar, como ya lo hizo en el pasado cercano cuando en el 2008 invadió y ocupó una quinta parte de Georgia, no solo en su interés de recuperar la influencia que tuvo sobre los estados que constituían la antigua URSS, sino muy especialmente para asegurar sus fronteras imponiendo su dominio en la importante región del Cáucaso.
Mientras el gobierno en Tbilisi (Tiflis), la capital de Georgia, busca su inclusión en la OTAN, Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, incurre, en mi opinión, en un grave error y apoya la destitución del presidente constitucional ucraniano, desencadenando una serie de acontecimientos que probablemente van a crear un nuevo orden mundial.
Es inexplicable esta posición de las potencias occidentales, pues no ha pasado mucho tiempo desde el momento en el que en el año 2009, el presidente Obama en una reunión con su par ruso, expresó: "Atrás quedaron los días en los que los imperios trataban los estados soberanos como piezas de un ajedrez". Esta jugada de Occidente tuvo una primera inesperada consecuencia: sin disparar un tiro, Rusia se anexó la península de Crimea, logrando con esto una salida clara al mar negro y al mar mediterráneo.
Pero las cosas no paran ahí, y en cascada van surgiendo día a día acontecimientos importantes: Primero, encabezados por las provincias de Donetz y Lugansk, todo el sudeste ucraniano lucha por su independencia y su anexión a Rusia; segundo, Rusia sella con China, su nuevo gran aliado, un acuerdo gasífero gigantesco, a la vez que empieza a cerrar el suministro de gas a Ucrania y a Europa; tercero, rechaza la propuesta de Estados Unidos de continuar el trabajo conjunto en la estación espacial después del 2020; cuarto, firma un acuerdo con China para una cooperación en los sistemas de posicionamiento ruso Glonass y el chino Beidou, lo que crearía el sistema de navegación más grande del mundo, y quinto, impulsa la creación de la unión Euroasiática, conformada inicialmente con Bielorrusia y Kazajstán.
Las anteriores, son señales inequívocas de que Rusia está dispuesta no solo a recuperar su poderío, sino a enfrentar con hechos reales y contundentes las sanciones económicas impuestas por las potencias occidentales. Y, mientras en los alrededores de Volgogrado, muy cerca de las regiones rebeldes de Ucrania, se ven movimientos de tropas, aparecen en Rusia consignas tales como: "Golpeamos a Hitler y lo haremos con Obama".
Un nuevo orden mundial comienza y deberíamos estar atentos a lo que está ocurriendo, pues lo que suceda con Rusia nos debería interesar.
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