Con la contienda extremadamente reñida y con poco tiempo para conseguir una ventaja importante, el presidente Barack Obama intentó dejar sin argumentos ayer a su adversario, en el debate de 90 minutos que se realizó en la Universidad Hofstra, en Long Island, Nueva York.
El reto no fue fácil. Obama se vio obligado a encontrar un punto de equilibrio para no estar tan tranquilo como en el primer debate (que resultó ser una cita apática), ni mostrarse muy agresivo, como calificaron algunos críticos al vicepresidente Joe Biden en su enfrentamiento con Paul Ryan .
“Obama tiene que enderezar el barco e infundir nuevamente confianza a los demócratas”, dijo ayer a Reuters Andrew Taylor , analista político de la Universidad de Carolina del norte.
Después de varias horas de ensayo por separado, ambos candidatos acudieron a la cita y respondieron preguntas sobre política interna y política exterior ante una audiencia de aproximadamente 80 votantes indecisos, un sector al que ambas campañas están cortejando frenéticamente a sólo tres semanas para el día de la elección.
Los participantes, seleccionados por la empresa encuestadora Gallup, son residentes del condado de Nassau de Hempstead, donde se ubica el centro universitario, y votantes registrados para votar el próximo 6 de noviembre.
Horas antes del cara a cara, asesores del Presidente prometieron que el candidato demócrata iba a estar “más implicado” en el debate en la Universidad de Hofstra.
“Va a mostrarse firme pero respetuoso a la hora de corregir el historial en los momentos en los que esperamos que Romney se esconda y distorsione sus propias políticas”, señaló ayer a la prensa internacional la portavoz de su campaña Jen Psaki .
Con los días, ambos bandos han modificado sus líneas de ataque. Romney, por ejemplo, ha pasado a la ofensiva por la gestión del Gobierno de la seguridad diplomática en Libia antes de los ataques en los que murió el embajador y otros tres ciudadanos estadounidenses.
Los demócratas, que esperan atraer el voto femenino, han criticado a Romney y a su candidato a vicepresidente, Paul Ryan , por su oposición al aborto.
No obstante, las campañas han seguido a toda prisa: ambas partes han desplegado anuncios nuevos, han actuado al nivel de la base popular para convencer a cada votante posible, han enviado representantes para alentar el entusiasmo y han puesto a sus compañeros de fórmula a recaudar efectivo y a hacer campaña en los estados más disputados.
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